Este 11 de enero se cumplen 78 años del asesinato premeditado de 22 jornaleros andaluces de la Sierra de Cádiz en la localidad de Casas Viejas. Setenta y ocho años durante los que el sistema no ha logrado borrar el recuerdo de un atroz y vergonzoso crimen de estado perpetrado por su República, española por supuesto.
Ante el llamamiento de la CNT, el sindicato de clase mayoritario entonces en nuestro país, especialmente en el campo, el 11 de enero de 1933, los jornaleros de Casas Viejas se levantan proclamando el comunismo libertario en la localidad. Tras rodear el cuartelillo de la Guardia Civil, les instan a rendirse, asegurándoles que se les permitiría marchar. Eran solo un puñado de campesinos hambrientos y armados con unas pocas y viejas escopetas de caza. Los guardias civiles respondieron disparando y pidieron ayuda. Pocas horas después entran en el pueblo cientos de guardias civiles y de efectivos de la Guardia de Asalto republicana. Casi todos los insurrectos huyen ante la imposibilidad de defensa pero, a pesar de terminada la revuelta, las “fuerzas del orden” van casa por casa asesinando a decenas de lugareños. Francisco Cruz Gutiérrez, seis dedos, se refugia en su casa con otras ocho personas. Esta, ante la resistencia, es incendiada, muriendo calcinados o disparados al intentar salir y huir.
Es evidente la intencionalidad escarmentadora de la “autoridad”. No llegaron solo para sofocar un levantamiento, eso era lo de menos. Pretendían amedrentar al jornalero andaluz, convirtiendo Casas Viejas en un escarmiento colectivo preventivo. Una vez más, la historia se repetía. La que venía sufriendo nuestro pueblo, especialmente el campesinado, desde hacía cientos de años. Desde la ocupación de nuestro país, el expolio sistematizado de tierras y el robo institucionalizado de posesiones y riquezas, la política de las élites dominantes siempre ha sido la misma. La implantación de un régimen de explotación colonial intensiva asentado sobre tres instrumentos: debilidad económica, alienación socio-cultural y terrorismo de Estado. El objetivo era y es obtener una población dúctil, incapacitada para responder y en situación de ser utilizada como mano de obra barata. Las actuaciones de la aristocracia y sus herederos burgueses se han dirigido siempre a perpetuar esta situación y beneficiarse de sus consecuencias.
Todo lo acontecido en Andalucía y a sus clases populares desde hace cientos de años y hasta ahora, responde a esta lógica colonial. Nada ha sido casual o coyuntural, sino causal y estructural. La consecuencia de constituir la primera tierra colonizada por el Imperio Español y una colonia interior de los estados españoles que le sucedieron. Por eso siempre ocupamos los últimos puestos estadísticos económicos y sociales. Con dictaduras o “democracias”, monarquías o “repúblicas”, centralismos o “autonomías”, derechas o “izquierdas”, con cualquier España siempre somos y seremos primeros en pobreza, paro y falta de oportunidades. Negar, ignorar o infravalorar el hecho, separar o aislar sucesos y consecuencias de orígenes y causas desencadenantes, únicamente puede ser ignorancia, colaboracionismo o traición al pueblo y la clase obrera.
En este contexto, los sucesos de Casas Viejas ejemplifican y sintetizan como ningún otro en la contemporaneidad, tanto la opresión, persecución y represión sufrida por el pueblo trabajador andaluz, como su permanente lucha de resistencia, liberación y recuperación de lo arrebatado, su tierra y su libertad, desde los levantamientos de La Alpujarra o las insurrecciones cantonalistas, pasando por las huelgas revolucionarias y las colectivizaciones del pasado siglo, hasta las actuales ocupaciones de fincas.
Blas Infante era plenamente consciente de la importancia intrínseca y la trascendencia simbólica de aquel levantamiento y aquella matanza. Por eso estuvo junto a aquellos jornaleros. Por eso se desplazó hasta la localidad con Pedro Vallina y recogió un rosal silvestre blanquiverde, entre los restos aún humeantes de la casa de Seisdedos, trasplantándolo en la suya. Y por eso la izquierda independentista andaluza escogió esta fecha como Día de los Trabajadores Andaluces. Es el acontecimiento que resume y es arquetipo del perenne y heroico combate de nuestro pueblo y su clase obrera por acabar con sus cadenas. Casas Viejas es más que otra insurrección revolucionaria, más que el asesinato de un grupo de trabajadores. Trasciende hechos, tiempos, ideologías y siglas. Casas Viejas es Andalucía y sus jornaleros el pueblo trabajador andaluz. Su espíritu es el de todos los luchadores contra la esclavización y explotación de nuestro pueblo. El mismo espíritu que permanece en los corazones, las manos y las gargantas de los hombres y mujeres que, “tras siglos de guerra”, siguen levantados por la tierra y la libertad. Por su tierra y su libertad. La lucha continúa.
¡Honor y gloria eternas a los mártires de Casas Viejas!
¡Por una Andalucía libre y socialista!
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