Frente a todas aquellas teorías que a finales de los 90 del siglo pasado y principios del presente, nos hablaban del fin de las contradicciones interimperialistas, del fin del imperialismo como fase del capitalismo, incluso del fin de los estados nacionales, nos encontramos con una realidad internacional preñada de contradicciones interimperialistas, contradicciones exacerbadas en última instancia por la tremenda crisis que el capitalismo como modo de producción está atravesando. La realidad encargada dar o quitar razones en las disputas teóricas está mandando definitivamente al basurero de la Historia todas aquellas teorías del fin del imperialismo, de la globalización, etc., que tanto eran agitadas por aquella izquierda pequeño-burguesa de finales del siglo pasado y principios del presente.
La actual crisis tiene su origen temporal real en aquella otra gran crisis de los 70, en realidad, la crisis que estamos viviendo actualmente es una prolongación en el tiempo de aquella. Si aquel entonces se culpaba al petróleo, hoy se culpa a las hipotecas y a la especulación financiera. Tanto hoy como ayer nos tratan de hacer pasar las consecuencias por causas con el único fin de crear el estado de conciencia necesario para inculcar en las mentes de todos los oprimidos la necesidad de continuar viviendo en este sistema podrido, cruel, injusto y, sobre todo, inhumano. El modo de producción capitalista viene atravesando desde hace muchos años graves problemas para extraer plusvalías, cada vez se produce más y más (sobreproducción), gracias a las grandes inversiones en capital constante (maquinaria), que va desplazando al capital variable (fuerza de trabajo), y al consiguiente impulso del desarrollo tecnológico, procurándose a la vez el abaratamiento de materias primas, pero lo que se produce no sirve al único fin que tienen los capitalistas: la acumulación y la reproducción de capital, si los capitalistas tienen dificultades para extraer plusvalías difícilmente podrán realizar su fin ya proclamado: acumulación y reproducción; se produce demasiado, y toda la producción no puede ser absorbida (subconsumo). La competencia entre los capitalistas se endurece, es una auténtica lucha de fieras desaforadas por hacerse con un pedazo mayor de la tarta, arrebatandosela al resto de competidores. La fuente de todo valor, hoy como ayer, es el trabajo humano, por tanto, para superar este problema, es decir para seguir acumulando, recuperar, y si se puede, aumentar la tasa de ganancia, los capitalistas, hoy como ayer, necesitan explotar al menor coste posible el trabajo humano, o mejor dicho, su fuerza de trabajo.
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