Extraído del blog Cincuenta y tres días mediante nuestro blog hermano Pueblo Aragonés
En La Moncloa se descorcha el mejor champagne francés. En las redacciones de Antena 3, Telecinco, Cuatro y laSexta se esperan órdenes, y en los estudios de TVE ya se piensa en algún tipo de documental a propósito, con el mismo rigor histórico y periodístico con el que se realizó 23-F, el día más difícil del rey. Las amas de casa más alieanadas no pueden dejar de esbozar su mejor sonrisa frente al televisor, y sus maridos trabajadores, que vuelven al mediodia tras una agotadora jornada laboral, esconden su satisfacción bajo un semblante altivo y aparentemente aletargado. El kiosquero se frota las manos y agota los ejemplares de El País y el ABC. José Bono respira tranquilo. Todos respiramos tranquilos... La operación a Juan Carlos I de las Españas ha sido un éxito.
Los cimientos de la democracia y la unidad de España ya pueden dejar de tambalear: su máximo representante, y nuestro actual Jefe de Estado, sigue vivito y coleando, en usura de la Constitución, y por ende, de la libertad y los derechos de todos los españoles.
Y ahora en serio...
Los que no somos capaces de alejarnos al completo de la intoxicación desinformativa que emana de la televisión -ese órgano de distracción, adiestramiento y control de masas-, hemos sido testigos -y víctimas- de una constante felación al Borbón en los mayoritarios medios de (in)comunicación. Y con mayoritarios me refiero a la inmensa mayoría, es decir, a los que están a las órdenes del régimen y cuyo propósito no es más que el de enriquecerse y perpetuar la supremacía del empresariado. Y con felación, por cierto, me refiero a una limpieza de sable simbólica, a hacer la pelota y todo ese paripé televisivo para lavar cerebros y captar adeptos fieles a la secta proborbónica. Los más morbosos y viciosillos interesados en el tándem Juan Carlos I y felación, que pregunten por Bárbara Rey... Pero eso es otro cantar, ya hablaremos otro día sobre los líos de faldas del Borbón y la cornamenta de Doña Sofía...
A lo que iba. Todo ese séquito de presentadores, intelectuales, periodistas, artistas, escritores, columnistas, etc. que llevan unos cuantos días dando la lata y mostrando su preocupación y su solidaridad para con el Rey, su salud y su Zarzuela, no están más que mostrando su preocupación y su solidaridad para preservar los resquicios del franquismo, encarnados y personificados en la figura de Juan Carlos I: Nuestro Jefe de Estado por la Gracia de Dios y la Ley de Sucesión de 1947, en la que Franco se guardaba el derecho de decidir su sucesor. Y así lo hizo. Franco lo dejó "todo atado y bien atado".
En sus últimos años de vida, hizo de padre político y moldeó la personalidad de quien sería su sucesor, es decir, su continuador: Juan Carlos I. Que éste perteneció al franquismo no es ningún secreto, es más, él mismo dijo públicamente -no hace mucho- que no se avergonzaba.
Para los más faltos de memoria les recomiendo rabillos de pasas y que lean y escuchen atentamente la coronación de Juan Carlos, o al menos algún extracto de su discurso, como por ejemplo su respuesta a la pregunta: "Señor, ¿juráis por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional?".
Juan Carlos: "Juro por Dios y sobre los Santos Evangelios, cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional".
Es curioso que el precognizador y el padre de la democracia española, al cual todos los demócratas de bien deben rendir culto, declare lealtad a Franco y al franquismo. Supongo que todos esos que imparten clases de democracia y presentan la figura de Juan Carlos como símbolo de democracia, igualdad, fraternidad, unidad, etc. están a un nivel moral y político superior respecto a nosotros, de ahí que no entendamos cómo tal paradigma de la justicia pudo desahacerse en elogios hacia Franco, cuando hasta ellos mismos coinciden -ahora, claro- en que éste representa el antagonismo de justicia, y le dedicara unas palabras tan bonitas y conmovedoras como éstas:
"Una figura excepcional entra en la historia, el nombre de Francisco Franco será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado".
Que se me llame tiquismiquis si se quiere, pero no seré yo el que vea un representante de todos los españoles en la figura de un rey que guarda respeto y gratitud a Franco, más que nada porque, oigan, éste último formó parte de un golpe de estado contra la legalidad republicana apoyada por la mayoría popular del Estado españool, que desembocó en una cruenta guerra civil, más una dictadura y una feroz represión, que en total, entre muertos, desaparecidos y exiliados, suman más de un millón de personas. ¡Vaya con el padre político del rey! ¡Vaya con el jalón del acontecer español y el hito inolvidable!
Si el rey es ese rey magnánimo y paradigmático que toda esa chusma -convertidos en súbditos a golpe de talonario- nos intenta hacer creer, yo soy... me voy a callar, porque no quiero faltarle el respeto ni a Rouco Varela ni a Felipe González, en serio.
Haga lo que haga, Juan Carlos siempre será el hijo político de Franco, porque éste así lo quiso y porque a él no le molesta ese rol, es más, le queda de perlas. Aún así, podrían esmerarse un poco más en intentar legitimar la figura de algo que se presupone tan importante como un Jefe de Estado. El rey no debería de mostrar tan abiertamiento su amistad con Mohamed VI, rey de Marruecos, cuya vulneración de los derechos humanos tanto en Marruecos como en el Sáhara es diaria y reconocida mundialmente.
Tampoco debería codearse con tipos como Fahd bin Abdelaziz o su hijo Abdalá bin Abdelaziz de manera pública, ya que una persona que se considere demócrata no puede coquetear con reyes que someten a su pueblo a una feroz dictadura de corte semifeudal. Y ya, por pedir un poco de sentido común, y con el objetivo de que el pueblo no se entere o no se subleve violentamente, se debería, entre otras cosas, revisar las contradicciones de la Constitución y tratar al rey como un ciudadano más ante la ley. Y como ciudadano, Juan Carlos debería explicar en qué diantres se gasta nueve millones de euros al año, más que nada porque ese dinero es público, es decir, de todos nosotros. Y si se quiere hacer pasar este Estado de Desecho por un Estado de Derecho, se debería de abolir la censura y la represión, por ejemplo. Es más, si se quiere hacer pasar este Estado de Desecho por un Estado de Derecho y democrático, se debería de abolir la monarquía, y el rey debería de estar en prisión o como mínimo trabajando de sol a sol en la obra o en el campo.
Pero no, tú a un Borbón no le puedes pedir sentido común...
Apaguemos la televisión y no sucumbamos a la manipulación y al yugo desinformativo. Los plebeyos no deben rendir pleitesía a los reyes; deben colgarlos.
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