19 de agosto de 2010

La experiencia socialista en África (Parte 1)

Actualmente no hay un solo país con orientación socialista en África. Los proyectos socialistas concluyeron en los ochenta. Este artículo examina dos casos: La versión “tradicional”, ejemplificada por el proyecto tanzano Ujamaa, y la prolongada lucha de liberación de Mozambique y Guinea-Bissau. Se argumenta que el fracaso se debió, mayormente, al abandono del campesinado, una clase social cuya fuerza numérica habría creado condiciones materiales para la transformación socialista. Otros factores son considerados: la ascensión y monopolización del poder por la pequeña burguesía, la influencia desestabilizadora de los regímenes racistas de Sudáfrica y Rhodesia, y los “ajustes estructurales” impuestos por Occidente.

Introducción

Amilcar Cabral y Agostinho Neto manifestaron las esperanzas de la población africana durante la lucha de liberación nacional anticolonialista y el período posterior a la independencia. Sus observaciones son más válidas hoy en día porque después de más de cuarenta años de independencia, aquellas aspiraciones no han sido satisfechas. La paradoja es que África, siendo un continente que cuenta con gran cantidad de recursos naturales, éstos no hayan sido utilizados para el mejoramiento de las vidas de sus pobladores, sino que son explotados por corporaciones multinacionales. África todavía permanece como una neo-colonia. Este problema histórico ha estado en el centro de varias formas de lucha social y en casi todas las políticas de Estado.

Desde los años cincuenta hasta principios de los noventa algunos estados africanos, así como ciertos partidos políticos, se consideraban a sí mismos “socialistas” o defensores de algún tipo de socialismo. Comenzando con Egipto en los años cincuenta, Ghana, Guinea-Conakry, Mali, Tanzania, la República Popular del Congo, Benin y Somalia en los años sesenta, Etiopia y Madagascar en los años setenta, y finalmente los países recientemente liberados de Guinea-Bissau, Angola, Mozambique, Cabo Verde y Zimbabwe en los años setenta y ochenta, todos proclamaron el socialismo como objeto de desarrollo e intentaron en diferentes escalas, obtener el control de sus recursos nacionales e iniciar programas económicos y sociales dirigidos a su población.

Amílcar Cabral, líder del PAIGC y luchador anticolonialista contra Portugal (1924-1973)

Pero desde finales de los años ochenta esto se acabó. Muchas figuras políticas que se habían destacado en la construcción socialista se convirtieron en hombres de negocios adinerados bajo el pretexto de que, como lo establece Mosse (2005), “Era urgente crear una burguesía nacional y esto se hizo con fondos públicos”. Según lo establecen Pitcher (2006) y Askew (2006), el proyecto socialista y las máscaras “socialistas” fueron lanzadas en lo que se ha llamado “olvido organizado” desde arriba. Jorge Rebelo, (25 de junio de 1995) socialista veterano, puntualizó: “No podemos evitar escandalizarnos por la distancia entre lo que era nuestro objetivo y lo que es la realidad actual”. El continente entero está hoy bajo el puño de un régimen neoliberal cuyos efectos devastadores en lahumanidad son ya bien conocidos.

El problema de la ruta no-capitalista al socialismo en África

Comenzando con el debate entre Marx, Engels y los Narodniks rusos en el siglo XIX y seguido por aquellos en el II Congreso de la Internacional Comunista en 1920, el debate subsecuente sobre la transición al socialismo es histórico y global. Históricamente se ha debatido sobre las maneras en las cuales las estructuras sociales capitalistas subdesarrolladas y pre-capitalistas pueden ser transformadas. El socialismo científico ha sido considerado como ideología de una clase social (el proletariado), que echa abajo al capitalismo para construir una sociedad socialista. Bajo el socialismo, los medios de producción son propiedad social y el trabajo es aplicado a satisfacer necesidades sociales. El bienestar social tiene prioridad sobre las ganancias económicas privadas. Todos los miembros de la sociedad no están excluidos de los medios de producción y la participación popular en la toma de decisiones es un factor integral de la democracia socialista. Mientras el marxismo clásico postula fuerzas productivas altamente desarrolladas como condición de lucha para construir el socialismo, el subdesarrollo de las fuerzas productivas de la burguesía y proletariado en África ha afirmado problemas analíticos que han impactado en la práctica.

La especificidad de las formaciones sociales africanas con su principal característica de ser una interacción compleja de modos de producción capitalistas y pre-capitalistas y su lugar en la división de trabajo capitalista internacional originó, para algunos analistas, problemas operacionales relacionados con la construcción las relaciones socialistas de producción. La falta de una clase trabajadora estable de buen tamaño originó dudas en cuanto al potencial revolucionario de fuerzas de clase distintas, especialmente del campesinado y la pequeña burguesía. Se argumenta que en ese contexto, los modelos de construcción socialistas que fueron obtenidos en otros lugares e incluso la noción de una sola clase vanguardista eran inapropiados. En consecuencia, esto informó sobre las diferentes aproximaciones hacia “la ruta o las rutas no-capitalistas al socialismo”. Una condición predominante fue “la revolución democrática nacional”, la cual había sido sugerida por Lenín en 1920 y que Clive Thomas ha considerado como:

"una transición, porque no existe la necesidad ni para el establecimiento de un capitalismo indígena a priori (antes que una sociedad socialista pueda ser construida), ni para que el capitalismo sea el resultado inevitable de desarrollos dentro de la “democracia nacional”.

Preguntas inherentes en la tesis de la ruta no-capitalista incluyen el contenido social y de clase del Estado democrático-nacional, la posición de la clase trabajadora naciente o embrionaria, además de otros elementos de clase, el significado de las “alianzas” revolucionarias y la relación entre los Estados en la ruta no-capitalista y el capitalismo mundial.

Históricamente, podemos identificar tres rutas al socialismo en África. Éstas fueron, primero, la ruta reformista-pacífica, la ruta militar radical que estaba asociada con golpes militares, y la tercera, que fue la lucha de liberación nacional prolongada. Aunque hubo características similares en las tres rutas, consideraremos la primera y la tercera como casos de estudio.

La transición pacífica fue asociada con la primera ola de independencia durante los años cincuenta y sesenta. Sus proponentes, tales como Julius Nyerere en Tanzania, Kwame Nkrumah en Ghana, Sekou Touré en Guinea-Conakry, Modibo Feita en Mali, entre otros, le dieron el nombre de “socialismo africano”. Ujamaa (que significa familia en kiswahili), era la versión tanzana no basada en “ideologías importadas”, sino en la tradición africana de la igualdad, según argumentaba Julius Nyerere (1969). Enfatizaba así:

"Nosotros, deliberadamente, hemos decidido crecer como sociedad desde nuestras propias raíces,  pero en una dirección particular y hacia un tipo de objetivo particular. Lo estamos haciendo enfatizando ciertas características de nuestra organización tradicional, extendiéndolas para que puedan abarcar las posibilidades de la tecnología moderna y que nos permitan satisfacer el reto de la vida en el mundo del siglo XX."

Esta interpretación del socialismo africano fue compartida por otros líderes, tales como Tom Mboya (1963) en Kenia, quien consideraba el socialismo científico como “una ideología extranjera que provoca gran violencia al concepto africano de la hermandad”. Para él, el socialismo africano era “una actitud de mente” y “aquellos códigos de conducta comprobados que, a través de los años, han conferido dignidad a nuestra gente y le han proporcionado seguridad en la vida”.

Los proponentes del “socialismo africano” buscaban legitimidad histórica del idílico pasado africano, el cual ellos caracterizaban como “sin clases”. El socialismo científico como expresión de lucha de clases se consideró “extranjero”. Para ellos, repetimos, el socialismo era una “actitud de mente”, una interpretación a la que Marx atacaba persuasivamente: “No es la conciencia del hombre la que determina su existencia sino su existencia social la que determina su conciencia”. Su concepción del pasado africano era esencialista y exenta de análisis históricos críticos de sociedades pre-coloniales y los cambios socioeconómicos resultantes del orden capitalista colonial. Las implicaciones de este enfoque en relación a los intentos de transformar sociedades africanas se examinará más adelante. Amílcar Cabral ofreció una crítica de los errores teóricos y operacionales de la escuela de socialismo africano y suplicó un riguroso enfoque histórico:

"La deficiencia ideológica, por no decir la falta de ideología, dentro de los movimientos de liberación nacional (debido básicamente a la ignorancia de la realidad histórica que estos movimientos aseguran transformar)constituye una de las más grandes debilidades."

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