31 de enero de 2010

La liberación de la mujer: una exigencia del futuro. Discurso de Thomas Sankara (8-3-1987)

A continuación os ofrecemos un discurso pronunciado en marzo de 1987 por el líder revolucionario africano Thomas Sankara, pionero en África en la defensa de los derechos de la mujer y en los postulados feministas de la igualdad entre géneros y que convirtió a la casi colonial República del Alto Volta en la Burkina Faso, país del que fue presidente entre 1983 y 1987, hasta que fue ejecutado por el actual presidente Blaise Compaoré, en colaboración con los servicios secretos franceses.

No es corriente que un hombre se dirija a tantas mujeres a la vez. Tampoco lo es que un hombre sugiera a tantas mujeres a la vez las batallas que hay que lidiar.

La primera timidez del hombre surge cuando se percata de que está mirando a una mujer. Comprenderéis, compañeras militantes, que a pesar de la alegría y el placer que siento al dirigirme a vosotras, sigo siendo un hombre que ve en cada una de vosotras a la madre, la hermana o la esposa. También me gustaría que nuestras hermanas aquí presentes, que han venido de Kadiogo y no entienden la lengua francesa extranjera en la que voy a pronunciar mi discurso, sean tan comprensivas como de costumbre, ellas que, como nuestras madres, aceptaron llevarnos durante nueve meses sin quejarse. (Intervención en lengua nacional mooré para asegurar a las mujeres que habrá una traducción para ellas.)

Compañeras, la noche del 4 de agosto alumbró la obra más saludable para el pueblo burkinabé. Le dio a nuestro pueblo un nombre y a nuestro país un horizonte.

Irradiados por la savia vivificante de la libertad, los hombres burkinabé, humillados y proscritos de ayer, fueron marcados con el signo de lo que más se aprecia en la vida: la dignidad y el honor. A partir de entonces la felicidad ha estado a nuestro alcance y todos los días marchamos hacia ella, exaltados por las luchas, pioneras de los grandes pasos que ya hemos dado. Pero la felicidad egoísta no es más que una ilusión, y tenemos a una gran ausente: la mujer. Ha quedado excluida de esta procesión feliz.

Si unos hombres han llegado ya a la linde del gran jardín de la revolución, las mujeres todavía están confinadas en su oscuridad ninguneante, desde donde comentan animada o discretamente las vicisitudes que han agitado Burkina Faso y para ellas, de momento, sólo son clamores.

Las promesas de la revolución ya son realidades para los hombres. En cambio para las mujeres no son más que rumores. A pesar de que la verdad y el futuro de nuestra revolución depende de ellas: asuntos vitales, asuntos esenciales, porque en nuestro país no podrá hacerse nada completo, decisivo y duradero mientras esta importante parte de nosotros mismos se mantenga en ese estado de sumisión impuesto durante siglos por distintos sistemas de explotación. Los hombres y las mujeres de Burkina Faso, a partir de ahora, deben cambiar profundamente la imagen que tienen de sí mismos en el seno de una sociedad que, además de determinar nuevas relaciones sociales, provoca una profunda transformación cultural al replantear las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres y obligarles a replantearse su propia naturaleza. Es una tarea temible pero necesaria, pues se trata de que nuestra revolución dé todo lo que pueda de sí, libere todas sus posibilidades y revele su auténtico significado en estas relaciones inmediatas, naturales, necesarias, entre el hombre y la mujer, que son las relaciones más naturales entre unos seres humanos y otros.

Vemos hasta qué punto el comportamiento natural del hombre se ha vuelto humano y su naturaleza humana se ha vuelto su naturaleza.

Este ser humano, vasto y complejo conglomerado de dolores y alegrías, de soledad en el abandono y, no obstante, cuna y creador de la inmensa humanidad, este ser de sufrimiento y humillación y, no obstante, fuente inagotable de felicidad para cada uno de nosotros; lugar incomparable de todos los afectos, acicate de los actos de valor más inesperados; este ser débil pero increíble fuerza inspiradora de los caminos que llevan al honor; este ser, verdad carnal y certeza espiritual, ¡este ser, mujeres, sois vosotras! Vosotras, arrulladoras y compañeras de nuestra vida, camaradas de nuestra lucha, y que por eso mismo, con toda justicia, debéis imponeros en pie de igualdad como comensales en los festines de las victorias revolucionarias.

Es esta la mentalidad con que todos, hombres y mujeres, debemos definir y afianzar el papel y el lugar de la mujer en la sociedad.

Se trata, pues, de devolverle al hombre su verdadera imagen haciendo que triunfe el reino de la libertad más allá de las diferencias naturales, gracias a la liquidación de todos los sistemas de hipocresía que consolidan la explotación cínica de la mujer.

En otras palabras, plantear la cuestión de la mujer en la sociedad burkinabé de hoy es esforzarse por abolir el sistema de esclavitud en el que se la ha mantenido durante milenios. Es, de entrada, esforzarse por comprender el funcionamiento de este sistema, conocer su verdadera naturaleza y todas sus sutilezas, para desatar las fuerzas capaces de lograr la emancipación total de la mujer.

Dicho de otro modo, para ganar una pelea que es común al hombre y la mujer, es preciso conocer todos los aspectos de la cuestión femenina, tanto a escala nacional como universal, y comprender en qué modo la lucha de la mujer burkinabé se suma hoy a la lucha universal de todas las mujeres, y más allá, a la lucha por la rehabilitación total de nuestro continente.

La condición de la mujer es, por consiguiente, el meollo de toda la cuestión humana, aquí, allá, en todas partes. Tiene un carácter universal.

La lucha de clases y la cuestión de la mujer

El materialismo dialéctico es el que ha arrojado sobre los problemas de la condición femenina la luz más fuerte, la que nos permite situar el problema de la explotación de la mujer en el seno de un sistema generalizado de explotación. Es también el que define la sociedad humana no ya como un hecho natural inmutable, sino como algo antinatural.

La humanidad no padece pasivamente el poder de la naturaleza. Sabe aprovecharlo. Este aprovechamiento no es una operación interior y subjetiva. Se efectúa objetivamente en la práctica, si se deja de considerar a la mujer como un simple organismo sexuado para tomar conciencia, más allá de los hechos biológicos, de su valor en la acción.

Además, la conciencia que la mujer adquiere de sí misma no está definida exclusivamente por su sexualidad. Refleja una situación que depende de la estructura económica de la sociedad, resultado de la evolución técnica y de las relaciones entre clases a las que ha llegado la humanidad.

La importancia del materialismo dialéctico radica en haber sobrepasado los límites esenciales de la biología, en haber soslayado las tesis simplistas del sometimiento a la especie, para situar todos los hechos en el contexto económico y social. Por muy lejos que nos remontemos en la historia humana, el dominio del hombre sobre la naturaleza nunca se ha realizado directamente, con su cuerpo desnudo. La mano, con su pulgar prensil, ya se tiende hacia el instrumento que multiplica su poder. De modo que no son las condiciones físicas, la musculatura, el parto, por ejemplo, lo que consagró la desigualdad social entre el hombre y la mujer. Tampoco la confirmó la evolución técnica como tal. En algunos casos, y en algunos lugares, la mujer pudo anular la diferencia física que la separa del hombre.

El paso de una forma de sociedad a otra es lo que institucionaliza esta desigualdad. Una desigualdad creada por la mente y por nuestra inteligencia para hacer posible la dominación y la explotación concretadas, representadas y experimentadas por las funciones y las atribuciones a las que hemos relegado a la mujer.

La maternidad, la obligación social de ajustarse a los cánones de lo que los hombres desean como elegancia, impiden que la mujer que lo desee se dote de una musculatura considerada masculina.

Según los paleontólogos, durante milenios, del paleolítico a la Edad del Bronce, las relaciones entre los sexos se caracterizaron por una complementariedad positiva. Estas relaciones permanecieron durante ocho milenios bajo el signo de la colaboración y la interferencia, y no de la exclusión propia del patriarcado absoluto, más o menos generalizado en la época histórica.

Engels tuvo en cuenta la evolución de las técnicas, pero también la esclavización histórica de la mujer, que nació con la propiedad privada, con el paso de un modo de producción a otro, de una organización social a otra.

Con el intenso trabajo necesario para roturar los bosques, cultivar la tierra y sacar el máximo provecho a la naturaleza, se produce una especialización de tareas. El egoísmo, la pereza, la comodidad, el esfuerzo mínimo para obtener un beneficio máximo surgen de las profundidades del hombre y se erigen en principios. La ternura protectora de la mujer hacia su familia y su clan son una trampa que la somete al dominio del macho. La inocencia y la generosidad son víctimas del disimulo y los cálculos egoístas. Se hace burla del amor, se mancilla la dignidad. Todos los sentimientos verdaderos se convierten en mercancía. A partir de entonces el sentido de la hospitalidad y de compartir que tienen las mujeres sucumbe a la artimañas de los astutos.

Aunque es consciente de las artimañas que están detrás del reparto desigual de tareas, ella, la mujer, sigue al hombre para cuidar de todo lo que ama. Él, el hombre, se aprovecha de esa entrega. Más adelante el germen de la explotación culpable establece unas reglas atroces que van más allá de las concesiones conscientes de la mujer, históricamente traicionada.

Con la propiedad privada la humanidad instaura la esclavitud. El hombre amo de sus esclavos y de la tierra pasa a ser propietario también de la mujer. Esta es la gran derrota histórica del sexo femenino. Se explica por los cambios profundos creados por la división del trabajo, debido a los nuevos modos de producción y a una revolución en los medios de producción.

Entonces el derecho paterno sustituye al derecho materno; la transmisión de la propiedad se hace de padres a hijos, y no ya de la mujer a su clan. Es la aparición de la familia patriarcal, basada en la propiedad personal y única del padre, convertido en cabeza de familia. En esta familia la mujer está oprimida. El hombre, amo y señor, da rienda suelta a sus caprichos sexuales, se aparea con las esclavas o las hetairas. Las mujeres son su botín y sus conquistas de mercado. Se aprovecha de su fuerza de trabajo y disfruta de la diversidad del placer que le deparan.

La mujer, por su parte, cuando los amos hacen que la reciprocidad sea posible, se venga con la infidelidad. Es así como el matrimonio conduce de forma natural al adulterio. Es la única defensa de la mujer contra su esclavitud doméstica. La opresión social es la expresión de la opresión económica.

En este ciclo de violencia, la desigualdad sólo acabará con el advenimiento de una sociedad nueva, es decir, cuando los hombres y las mujeres disfruten de los mismos derechos sociales, producto de cambios profundos en los medios de producción y en las relaciones sociales. La suerte de la mujer sólo va a mejorar con la liquidación del sistema que la explota.

En todas las épocas, allí donde el patriarcado triunfaba, hubo un estrecho paralelismo entre la explotación de clase y el sometimiento de las mujeres. Con algunos momentos de mejoría, cuando algunas mujeres, sacerdotisas o guerreras, lograron sacudirse el yugo opresor. Pero la tendencia principal, tanto en la práctica cotidiana como en el plano intelectual, sobrevivió y se consolidó. Destronada de la propiedad privada, expulsada de sí misma, relegada a la categoría de nodriza y criada, desestimada por filósofos como Aristóteles, Pitágoras y otros, y por las religiones más extendidas, desvalorizada por los mitos, la mujer compartía la suerte del esclavo, que en la sociedad esclavista no era más que una bestia de carga con rostro humano.

No es de extrañar, entonces, que en su fase expansiva, el capitalismo, para el que los seres humanos son meras cifras, fuera el sistema económico que explotó a la mujer con más cinismo y refinamiento. Como esos fabricantes de la época que sólo empleaban a mujeres en sus telares mecánicos. Preferían a las mujeres casadas y entre ellas a las que tenían en casa varias bocas que alimentar, porque eran mucho más cuidadosas y dóciles que las solteras. Trabajaban hasta el agotamiento para dar a los suyos los medios de subsistencia indispensables.

Es así como las cualidades propias de la mujer se adulteran en su detrimento, y todos los elementos morales y delicados de su naturaleza se utilizan para esclavizarla. Su ternura, el amor a su familia, su la meticulosidad en el trabajo se utilizan contra ella, mientras que no se perdonan sus defectos.

A través de los tiempos y los tipos de sociedades, la mujer siempre ha tenido una triste suerte: la desigualdad, siempre ratificada, frente al hombre. Las manifestaciones de esta desigualdad han podido ser muy diversas, pero siempre ha existido.

En la sociedad esclavista, el hombre esclavo estaba considerado como un animal, un medio de producción de bienes y servicios. La mujer, cualquiera que fuera su rango, estaba oprimida dentro de su propia clase y fuera de ella, incluso las que pertenecían a las clases explotadoras.

En la sociedad feudal, basándose en la supuesta debilidad física o psíquica de las mujeres, los hombres las sometieron a una dependencia absoluta del hombre. A la mujer la mantenían, con pocas excepciones, apartada de los lugares de culto, por considerarla impura o principal agente de indiscreción.

En la sociedad capitalista, la mujer, que ya sufría una persecución en el orden moral y social, también está sometida económicamente. Mantenida por el hombre cuando no trabaja, sigue estándolo cuando se mata a trabajar. Nunca se insistirá bastante en la miseria de las mujeres, nunca se hará suficiente hincapié en su semejanza con la miseria de los proletarios.

Sobre la especificidad del hecho femenino

Porque la explotación asemeja a la mujer con el hombre.

Pero esta semejanza en la explotación social de los hombres y las mujeres, que vincula la suerte de ambos en la Historia, no debe hacernos perder de vista el hecho específico de la condición femenina. La condición de la mujer rebasa las entidades económicas y confiere un carácter singular a la opresión que sufre. Esta singularidad impide establecer equivalencias que nos llevarían a simplificaciones fáciles e infantiles. En la explotación, la mujer y el obrero están reducidos al silencio. Pero en el sistema capitalista, la mujer del obrero debe guardar silencio ante su marido obrero. En otras palabras, a la explotación de clase que tienen ambos en común viene a sumarse, para las mujeres, una relación singular con el hombre, una relación de enfrentamiento y agresión que se escuda en las diferencias físicas para imponerse.

Debemos admitir que la asimetría entre los sexos es lo que caracteriza a la sociedad humana, y que esta asimetría define una relación que nos impiden ver a la mujer, aun en el ámbito de la producción económica, como una simple trabajadora. Una relación preferente y peligrosa, merced a la cual la cuestión de la mujer siempre se plantea como un problema.

El hombre, por tanto, se escuda en la complejidad de esta relación para sembrar la confusión entre las mujeres y sacar partido de todas las artimañas de la explotación de clase para mantener su dominio sobre las mujeres. De un modo similar, en otras ocasiones, unos hombres dominaron a otros porque consiguieron imponer la idea de que en virtud de la estirpe, la cuna, el «derecho divino», unos hombres eran superiores a otros. Es el dominio feudal. Del mismo modo, en otras ocasiones, otros hombres consiguieron someter pueblos enteros porque el origen y la explicación del color de su piel les dieron una justificación supuestamente «científica» para dominar a quienes tenían la desgracia de ser de otro color. Es el dominio colonial. Es el apartheid.

No podemos pasar por alto esta situación de las mujeres, porque es la que lleva a las mejores de ellas a hablar de guerra de sexos, cuando se trata de una guerra de clanes y de clases en la que debemos pelear juntos y complementarnos. Pero hay que admitir que es la actitud de los hombres lo que propicia la alteración de los significados y con ello fomenta todos los excesos semánticos del feminismo, algunos de los cuales no han sido inútiles en el combate de hombres y mujeres contra la opresión. Un combate que podemos ganar, que vamos a ganar si recuperamos la complementariedad, si sabemos que somos necesarios y complementarios, si sabemos, en definitiva, que estamos condenados a la complementariedad.

Por ahora, hemos de reconocer que el comportamiento masculino, tan cargado de vanidad, irresponsabilidad, arrogancia y violencia de todo tipo para con la mujer, es incompatible con una acción coordinada contra la opresión de esta. Y qué decir de esas actitudes que denotan estupidez, pues no son más que desahogos de machos oprimidos que, con el trato brutal a su mujer, pretenden recuperar por su cuenta una humanidad que el sistema de explotación les niega.

La estupidez masculina se llama sexismo o machismo, formas de indigencia intelectual y moral, incluso de impotencia física más o menos declarada, que muchas veces hace que las mujeres políticamente conscientes consideren necesario luchar en dos frentes.

Para luchar y vencer, las mujeres deben identificarse con las clases sociales oprimidas: los obreros, los campesinos…

Un hombre, por oprimido que esté, siempre encuentra a alguien a quien oprimir: su mujer. Esa es la terrible realidad. Cuando hablamos del infame sistema del apartheid nuestro pensamiento y nuestra emoción se dirigen a los negros explotados y oprimidos. Pero nos olvidamos, lamentablemente, de la mujer negra que soporta a su hombre, ese hombre que, provisto de su passbook (salvoconducto), se permite unas correrías culpables antes de volver con la compañera que le espera dignamente, con su sufrimiento y su pobreza.

Pensemos también en la mujer blanca de África del Sur, aristócrata, seguramente rodeada de bienes materiales, pero por desgracia máquina de placer de esos hombres blancos lúbricos que para olvidar sus fechorías contra los negros se entregan a un desenfreno desordenado y perverso de relaciones sexuales bestiales.

Tampoco faltan ejemplos de hombres progresistas que viven alegremente en adulterio, pero serían capaces de matar a su mujer por una simple sospecha de infidelidad. ¡Entre nosotros abundan esta clase de hombres, que van a buscar un supuesto consuelo en brazos de prostitutas y cortesanas de todo tipo! Por no hablar de los maridos irresponsables, cuyos sueldos sirven para mantener queridas y engrosar sus deudas en el bar. Y qué decir de esos hombrecillos, también progresistas, que se congregan en un ambiente lascivo para hablar de mujeres de las que han abusado. Creen que así se miden con sus semejantes o que les humillan cuando andan detrás de las mujeres casadas.

En realidad solo son unos jovenzuelos lamentables de los que no valdría la pena hablar si no fuera porque su comportamiento delincuente pone en cuestión la virtud y la moral de mujeres de gran valor que habrían sido sumamente útiles a nuestra revolución.

Luego están todos esos militantes más o menos revolucionarios, mucho menos revolucionarios que más, que no permiten que sus mujeres militen o sólo se lo permiten de día, pero golpean a sus mujeres porque han salido a reuniones o manifestaciones nocturnas. ¡Ay de los desconfiados y celosos! ¡Qué pobreza de espíritu, qué compromiso tan limitado, tan condicionado! Porque vamos a ver: ¿una mujer despechada y decidida sólo puede engañar a su marido por la noche? ¿Y qué clase de compromiso es ese, que pretende que la militancia se suspenda al caer la noche y no recupere su valor y sus exigencias hasta que no sale el sol?

¿Y qué pensar, por último, de esas palabras sobre las mujeres oídas de labios de los militantes más revolucionarios? Palabras como «materialistas, aprovechadas, teatreras, mentirosas, chismosas, intrigantes, celosas, etc., etc…». Cosas que pueden ser verdad, ¡pero aplicadas a las mujeres y también a los hombres! ¿Qué puede esperarse de nuestra sociedad, si agobia metódicamente a las mujeres, las aparta de todo lo que se considera serio, determinante, de todo lo que esté por encima de las relaciones subalternas y mezquinas?

Cuando alguien está condenado, como las mujeres, a esperar a su amo y marido para darle de comer, y recibir de él autorización para hablar y vivir, sólo le quedan, para entretenerse y crearse una ilusión de utilidad o importancia, los chismes, el cotilleo, las discusiones, las trifulcas, las miradas de soslayo y envidiosas seguidas de maledicencias sobre la coquetería de las otras y su vida privada. Los varones que están en las mismas condiciones adoptan las mismas actitudes.

También decimos que las mujeres, ay, son negligentes. Por no decir cabezas de chorlito. Pero tengamos en cuenta que la mujer, agobiada o incluso atormentada por un esposo ligero, un marido infiel e irresponsable, un niño y sus problemas, abrumada por la administración de toda la familia, en estas condiciones tendrá una mirada extraviada, reflejo de la ausencia y la distracción de la mente. Para ella el olvido es un antídoto de la fatiga, una atenuación de los rigores de la existencia, una protección vital.

Pero también hay hombres negligentes, y mucho; unos por el alcohol y los estupefacientes, otros por varias formas de perversidad a las que se entregan a lo largo de su vida. Pero nadie dice que estos hombres sean negligentes. ¡Cuánta vanidad, cuántas vulgaridades!

Vulgaridades con que se complacen para justificar las imperfecciones del mundo masculino. Porque el mundo masculino, en una sociedad de explotación, necesita mujeres prostitutas. Estas mujeres, a las que se deshonra y sacrifica después de usarlas en el altar de la prosperidad de un sistema de mentiras y robos, son chivos expiatorios.

La prostitución es la quintaesencia de una sociedad donde la explotación es la norma. Simboliza el desprecio del hombre hacia la mujer. Hacia una mujer que no es otra que la figura dolorosa de la madre, la hermana o la esposa de otros hombres, y por tanto de cada uno de nosotros. Es, en definitiva, el desprecio inconsciente hacia nosotros mismos. Sólo hay prostitutas donde hay «prostituyentes» y proxenetas.

¿Quiénes van con las prostitutas?

Ante todo, los maridos que obligan a su mujer a ser casta y descargan en la prostituta su lascivia y sus instintos de violación. Así pueden tratar con respeto aparente a sus esposas y dar rienda suelta a su verdadera naturaleza cuando están con la chica llamada de vida alegre. Así, en el plano moral, la prostitución es simétrica del matrimonio. Los ritos, las costumbres, las religiones y las morales se adaptan a ella. Ya lo decían los padres de la Iglesia: «Para mantener la salubridad de los palacios hacen falta cloacas».

Luego están los clientes impenitentes e intemperantes que tienen miedo de asumir la responsabilidad de un hogar con todos sus problemas y huyen de las cargas morales y materiales de la paternidad. Entonces explotan la dirección discreta de una casa de tolerancia como el precioso filón de una relación sin consecuencias.

También está la cohorte de quienes censuran a las mujeres, al menos públicamente y en los lugares decentes. Ya sea por un despecho que no tienen el valor de confesar y les ha hecho perder la confianza en todas las mujeres y considerarlas un instrumentum diabolicum, ya sea por hipocresía, por haber proclamado de forma repetida y tajante un desprecio por el sexo femenino que procuran asumir ante una sociedad de la que han adoptado el respeto a la falsa virtud. Todos ellos frecuentan a escondidas los lupanares hasta que, a veces, se descubre su doblez.

Luego está esa debilidad del hombre que consiste en la búsqueda de situaciones poliándricas. Lejos de nosotros hacer juicios de valor sobre la poliandria, una forma de relación entre el hombre y la mujer que han preferido algunas civilizaciones. Pero en los casos que denunciamos, estamos pensando en los gigolós codiciosos y holgazanes mantenidos generosamente por señoras ricas.

En este mismo sistema, la prostitución, en el aspecto económico, puede igualar a la prostituta con la mujer casada «materialista». Entre la que vende su cuerpo prostituyéndolo y la que se vende en el matrimonio, la única diferencia consiste en el precio y la duración del contrato.

Al tolerar la existencia de la prostitución, rebajamos a todas nuestras mujeres al mismo rango: prostitutas o casadas. La única diferencia es que la mujer legítima, aunque está oprimida, disfruta como esposa de la honorabilidad que confiere el matrimonio. En cuanto a la prostituta, sólo le queda la valoración monetaria de su cuerpo, una valoración que fluctúa con los valores de las bolsas falocráticas.

¿Acaso no es un artículo que se valoriza o desvaloriza según el grado de marchitamiento de sus encantos? ¿No se rige por la ley de la oferta y la demanda? La prostitución es un compendio trágico y doloroso de todas las formas de esclavitud femenina. Por lo tanto, en cada prostituta debemos ver una mirada acusadora dirigida a toda la sociedad. Cada proxeneta, cada cliente de prostituta escarba en la herida purulenta y abierta que afea el mundo de los hombres y lo lleva a la perdición. Si combatimos la prostitución, si tendemos una mano amiga a la prostituta, salvamos a nuestras madres, hermanas y mujeres de esta lepra social. Nos salvamos a nosotros mismos. Salvamos al mundo.

La condición de la mujer en Burkina Faso

Si a juicio de la sociedad un niño que nace es un «don de Dios», el nacimiento de una niña se recibe, si no como una fatalidad, en el mejor de los casos como un regalo que servirá para producir alimentos y reproducir el género humano.

Al hombrecito se le enseña a querer y conseguir, a decir y ser servido, a desear y tomar, a decidir y mandar. A la futura mujer, la sociedad, como un solo hombre y nunca mejor dicho, le impone, le inculca unas normas inapelables. Unos corsés psíquicos llamados virtudes crean en ella un espíritu de enajenación personal, desarrollan en esa niña el afán de protección y la predisposición a las alianzas tutelares y a los tratos matrimoniales. ¡Qué fraude mental tan monstruoso!

Así, niña sin infancia, desde los tres años de edad tendrá que responder a su razón de ser: servir, ser útil. Mientras su hermano de cuatro, cinco o seis años juega hasta el cansancio o el aburrimiento, ella se incorpora, sin contemplaciones, al proceso de producción. Ya tiene un oficio: ayudante doméstica. Una ocupación, por supuesto, sin remuneración, pues ¿acaso no se dice que la mujer, en su casa, «no hace nada»? ¿No se escribe «labores domésticas» en sus documentos de identidad para indicar que no tienen empleo? ¿Que «no trabajan»?

Con la ayuda de los ritos y las obligaciones de sumisión, nuestras hermanas van creciendo, cada vez más dependientes, cada vez más dominadas, cada vez más explotadas y con menos tiempo libre.

Mientras que el hombre joven encuentra en su camino las ocasiones para desarrollarse y forjar su personalidad, la camisa de fuerza social aprieta aún más a la muchacha en cada etapa de su vida. Por haber nacido niña pagará un fuerte tributo durante toda su vida, hasta que el peso del trabajo y los efectos del abandono físico y mental la lleven al día del Gran Descanso. Factor de producción al lado de su madre, más patrona que mamá, nunca la veremos sentada sin hacer nada, nunca libre, olvidada con sus juguetes, como él, su hermano.

Adondequiera que miremos, de la Meseta Central al Nordeste, donde predominan las sociedades con un poder muy centralizado, al Oeste, donde viven las comunidades aldeanas con un poder sin centralizar, o al Suroeste, territorio de las colectividades llamadas segmentarias, la organización social tradicional tiene al menos una cosa en común: la subordinación de las mujeres. En este ámbito nuestros 8.000 pueblos, nuestras 600.000 concesiones y nuestro millón y pico de hogares tienen comportamientos idénticos o parecidos. En todas partes la condición de la cohesión social definida por los hombres es la sumisión de las mujeres y la subordinación de los segundones.

Nuestra sociedad, todavía demasiado primitivamente agraria, patriarcal y polígama, explota a la mujer por su fuerza de trabajo y de consumo, y por su función de reproducción biológica.

¿Cómo experimenta la mujer esta curiosa identidad doble: la de ser el nudo vital que ata a todos los miembros de la familia, que garantiza con su presencia y sus desvelos la unidad fundamental, y la de estar marginada, relegada? Es una condición híbrida donde las haya, en la que el ostracismo impuesto sólo tiene parangón con el estoicismo de la mujer. Para vivir en armonía con la sociedad de los hombres, para someterse a la imposición de los hombres, la mujer encierra en una ataraxia degradante, negativa, entregándose por completo.

Mujer fuente de vida, pero también mujer objeto. Madre pero criada servil. Mujer nodriza pero mujer excusa. Trabajadora en el campo y en casa, pero figura sin rostro y sin voz. Mujer bisagra, mujer confluencia, pero mujer encadenada, mujer sombra a la sombra del hombre.

Pilar del bienestar familiar, es partera, lavandera, barrendera, cocinera, recadera, matrona, cultivadora, curandera, hortelana, molendera, vendedora, obrera. Es una fuerza de trabajo con herramienta en desuso, que acumula cientos de miles de horas con rendimientos desesperantes.

En los cuatro frentes de combate contra la enfermedad, el hambre, la indigencia y la degeneración, nuestras hermanas soportan cada día la presión de unos cambios en los que no pueden influir. Cuando cada uno de nuestros 800.000 emigrantes varones se va, una mujer se carga con más trabajo. Los dos millones de burkinabés que viven fuera del territorio nacional han contribuido así a agravar el desequilibrio de la proporción de sexos, de modo que hoy en día las mujeres constituyen el 51,7% de la población total. De la población residente potencialmente activa, son el 52,1%.

La mujer, demasiado ocupada para atender como es debido a sus hijos, demasiado agotada para pensar por sí misma, sigue trajinando: rueda de fortuna, rueda de fricción, rueda motriz, rueda de repuesto, noria.

Las mujeres, nuestras mujeres y esposas, apaleadas y vejadas, pagan por haber dado la vida. Relegadas socialmente al tercer rango, después del hombre y el niño, pagan por mantener la vida. Aquí también se ha creado arbitrariamente un Tercer Mundo para dominar, para explotar.

Dominada y transferida de una tutela protectora explotadora a una tutela dominadora y más explotadora aún, primera en la tarea y última en el descanso, al lado de la lumbre pero última en apagar su sed, autorizada a comer sólo cuando queda algo; y, detrás del hombre, sostén de la familia que carga sobre sus hombros, en sus manos y con su vientre a esta familia y a la sociedad, la mujer recibe en pago una ideología natalista opresiva, tabúes y prohibiciones alimentarias, más trabajo, malnutrición, embarazos peligrosos, despersonalización y muchos otros males, por lo que la mortalidad maternal es una de las taras más intolerables, más inconfesables, más vergonzosas de nuestra sociedad.

Sobre este substrato alienante, la irrupción de unos seres rapaces llegados de lejos agrió aún más la soledad de las mujeres e hizo aún más precaria su condición.

La euforia de la independencia olvidó a las mujeres en el lecho de las esperanzas rotas. Segregada en las deliberaciones, ausente de las decisiones, vulnerable y por tanto víctima previsible, siguió soportando a la familia y la sociedad. El capital y la burocracia se pusieron de acuerdo para mantener a la mujer sometida. El imperialismo hizo lo demás.

Las mujeres, escolarizadas dos veces menos que los hombres, analfabetas en un 99%, con escasa formación profesional, discriminadas en el empleo, relegadas a funciones subalternas, las primeras en ser acosadas y despedidas, abrumadas por el peso de cien tradiciones y mil excusas, siguieron haciendo frente a los desafíos que se presentaban. Tenían que permanecer activas, a cualquier precio, por los hijos, por la familia y por la sociedad. A través de mil noches sin auroras.

El capitalismo necesitaba algodón, karité y ajonjolí para sus industrias, y fue la mujer, fueron nuestras madres quienes, además de lo que ya estaban haciendo, tuvieron que hacerse cargo de la recolección. En las ciudades, donde se suponía que estaba la civilización emancipadora de la mujer, ella se vio obligada a decorar los salones de los burgueses, a vender su cuerpo para vivir o a servir de señuelo comercial en las producciones publicitarias.

Sin duda las mujeres de la pequeña burguesía de las ciudades viven mejor que las mujeres de nuestros campos en el orden material. Pero ¿son más libres, más respetadas, están más emancipadas, tienen más responsabilidades? Más que una pregunta, se impone una afirmación. Sigue habiendo muchos problemas, ya sea en el empleo o en el acceso a la educación, en la consideración de la mujer en los textos legislativos o en la vida diaria. La mujer burkinabé sigue siendo la que llega detrás del hombre, y no a la vez que él.

Los regímenes políticos neocoloniales que se han sucedido en Burkina Faso han abordado el asunto de la emancipación de la mujer con el planteamiento burgués, que no es más que ilusión de libertad y dignidad. La política de moda sobre la «condición femenina», o más bien el feminismo primario que reclama para la mujer el derecho a ser masculina, sólo tuvo repercusión en las escasas mujeres de la pequeña burguesía urbana. La creación del ministerio de la Condición Femenina, dirigido por una mujer, se proclamó como una victoria.

Pero ¿existía una conciencia real de esa condición femenina? ¿Se tenía conciencia de que la condición femenina es la condición del 52% de la población burkinabé? ¿Se sabía que esta condición estaba determinada por estructuras sociales, políticas y económicas, y por las ideas retrógradas dominantes, y que por consiguiente la transformación de esta condición no era labor de un solo ministerio, aunque tuviera a una mujer al frente?

Tan es así que las mujeres de Burkina, después de varios años de existencia de este ministerio, comprobaron que su condición no había cambiado en absoluto. Y no podía ser de otro modo, porque el planteamiento de la emancipación de las mujeres que había desembocado en la creación de ese ministerio-coartada no quería ver ni poner en evidencia las verdaderas causas de la dominación y la explotación de la mujer. No es de extrañar, entonces, que pese a la existencia de ese ministerio, la prostitución aumentara, el acceso de las mujeres a la educación y el empleo no mejorara, los derechos civiles y políticos de las mujeres siguieran en el limbo y las condiciones de vida de las mujeres, tanto en la ciudad como en el campo, no hubieran mejorado.

¡Mujer florero, mujer coartada política en el gobierno, mujer sirena clientelista en las elecciones, mujer robot en la cocina, mujer frustrada por la resignación y las inhibiciones impuestas a pesar de su apertura mental! Sea cual sea su sitio en el espectro del dolor, sea cual sea su forma urbana o rural de sufrir, ella sigue sufriendo.

Pero bastó una noche para situar a la mujer en el centro del progreso familiar y de la solidaridad nacional.

La aurora siguiente del 4 de agosto de 1983, portadora de libertad, alumbró el camino para que todos juntos, iguales, solidarios y complementarios, marcháramos codo con codo, en un solo pueblo.

La revolución de agosto encontró a la mujer burkinabé en una situación de sumisión y explotación por una sociedad neocolonial muy influida por la ideología de las fuerzas retrógradas. Tenía que romper con la política reaccionaria, preconizada y aplicada hasta entonces también en el ámbito de la emancipación de la mujer, y definir claramente una política nueva, justa y revolucionaria.

Nuestra revolución y la emancipación de la mujer

El 2 de octubre de 1983 el Consejo Nacional de la Revolución expuso claramente en el Discurso de Orientación Política cuál era el eje principal del combate por la liberación de la mujer. Se comprometió a trabajar por la movilización, la organización y la unión de todas las fuerzas vivas de la nación y de la mujer en particular. El Discurso de Orientación Política precisaba, acerca de la mujer: «Se incorporará a todos los combates que entablemos contra los obstáculos de la sociedad neocolonial y por la construcción de una sociedad nueva. Se incorporará en todos los noveles de planificación, decisión y ejecución para la organización de la vida de toda la nación».

Esta empresa grandiosa se propone construir una sociedad libre y próspera donde la mujer sea igual al hombre en todos los ámbitos. No puede haber una forma más clara de concebir y enunciar la cuestión de la mujer y la lucha emancipadora que nos espera.

«La verdadera emancipación de la mujer es la que responsabiliza a la mujer, la incorpora a las actividades productivas, a las luchas del pueblo. La verdadera emancipación de la mujer es la que propicia la consideración y el respeto del hombre.»

Esto indica claramente, compañeras militantes, que la lucha por la liberación de la mujer es ante todo vuestra lucha por el fortalecimiento de la revolución democrática y popular. Una revolución que os da la palabra y el poder de decir y obrar para la edificación de una sociedad de justicia e igualdad, donde la mujer y el hombre tengan los mismos derechos y deberes. La revolución democrática y popular ha creado las condiciones para este combate libertador. Os corresponde a vosotras obrar con responsabilidad para, por un lado, romper las cadenas y trabas que esclavizan a la mujer en sociedades atrasadas como la nuestra, y por otro, asumir la parte de responsabilidad que os corresponde en la política de edificación de la sociedad nueva, en beneficio de África y de toda la humanidad.

En las primeras horas de la revolución democrática y popular ya lo decíamos: «la emancipación, como la libertad, no se concede, se conquista. Corresponde a las propias mujeres plantear sus demandas y movilizarse para hacerlas realidad». Nuestra revolución no sólo ha marcado una meta en la lucha por la emancipación de la mujer, sino que ha señalado el camino a seguir, los medios necesarios y los principales actores de este combate. Pronto hará cuatro años que trabajamos juntos, hombres y mujeres, para cosechar victorias y avanzar hacia el objetivo final.

Debemos ser conscientes de las batallas reñidas, los éxitos alcanzados, los fracasos sufridos y las dificultades encontradas para preparar y dirigir los combates futuros. ¿Qué es lo que ha hecho la revolución democrática y popular por la emancipación de la mujer?

¿Cuáles son los logros y los obstáculos?

Uno de los mayores aciertos de nuestra revolución en la lucha por la emancipación de la mujer ha sido, sin duda, la creación de la Unión de las Mujeres de Burkina (UFB por sus siglas en francés). La creación de esta organización es un gran acierto porque ha dado a las mujeres de nuestro país un marco y unos medios seguros para entablar el combate victoriosamente. La creación de la UFB es uan gran victoria, porque une a todas las mujeres militantes con objetivos concretos, justos, para el combate libertador dirigido por el Consejo Nacional de la Revolución. La UFB es la organización de las mujeres militantes y responsables, dispuestas a trabajar para transformar la realidad, a luchar para vencer, a caer y volver a levantarse cada vez para avanzar sin retroceder.

Ha surgido una conciencia nueva entre las mujeres de Borkina, y todos debemos estar orgullosos de ello. Compañeras militantes, la Unión de las Mujeres de Burkina es vuestra organización de combate. Tendréis que afilarla bien para que sus tajos sean más cortantes y os deparen cada vez más victorias. Las iniciativas que el gobierno ha tenido desde hace algo más de tres años para lograr la emancipación de la mujer son sin duda insuficientes, pero han permitido cubrir una etapa del camino, y nuestro país puede presentarse hoy en la vanguardia del combate libertador de la mujer. Nuestras mujeres participan cada vez más en las tomas de decisión, en el ejercicio efectivo del poder popular.

Las mujeres de Burkina están allí donde se construye el país, están en las obras: el Sourou (valle irrigado), la reforestación, la vacunación, las operaciones «Ciudades limpias», la batalla del tren, etc. Poco a poco, las mujeres de Burkina ocupan espacios y se imponen, haciendo retroceder las ideas falocráticas y retrógradas de los hombres. Y seguirán así hasta que la mujer de Burkina esté presente en todo el tejido social y profesional. Nuestra revolución, durante estos tres años y medio, ha trabajado por la eliminación progresiva de las prácticas que desvalorizan a la mujer, como la prostitución y otras lacras, como el vagabundeo y la delincuencia de las jóvenes, el matrimonio forzoso, la ablación y las condiciones de vida especialmente difíciles de la mujer.

La revolución procura resolver en todas partes el problema del agua, instala molinos en los pueblos, mejora las viviendas, crea guarderías populares, vacuna a diario, promueve una alimentación sana, abundante y variada, y con ello contribuye a mejorar las condiciones de vida de la mujer burkinabé.

Esta debe comprometerse más a aplicar las consignas antiimperialistas, a producir y consumir burkinabé, imponiéndose como un agente económico de primer orden, tanto productor como consumidor de productos locales.

La revolución de agosto, sin duda, ha avanzado mucho por la senda de la emancipación de la mujer, pero lo hecho hasta ahora es insuficiente. Nos queda mucho por hacer.

Para llevarlo a cabo debemos ser conscientes de las dificultades con que tropezamos. Los obstáculos y las dificultades son muchos. Ante todo el analfabetismo y el bajo nivel de conciencia política, agravados por la poderosa influencia de las fuerzas retrógradas en nuestras sociedades atrasadas.

Debemos trabajar con perseverancia para superar estos dos obstáculos principales. Porque mientras las mujeres no tengan conciencia clara de la justeza de nuestra lucha política y de los medios necesarios, corremos el riesgo de tropezar e incluso de retroceder.

Por eso la Unión de las Mujeres de Burkina tiene que cumplir plenamente su función. Las mujeres de la UFB tienen que trabajar para superar sus insuficiencias, para romper con las prácticas y el comportamiento que siempre se han considerado propios de mujeres y lamentablemente se sigue dando a diario en los comportamientos y los razonamientos de muchas mujeres. Son todas esas mezquindades como la envidia, el exhibicionismo, las críticas incesantes y gratuitas, negativas y sin fundamento, la difamación mutua, el subjetivismo a flor de piel, las rivalidades, etc. Una mujer revolucionaria debe vencer estos comportamientos, especialmente acentuados en la pequeña burguesía. Porque son perjudiciales para el trabajo en grupo, dado que el combate por la liberación de la mujer es un trabajo organizado que necesita la contribución del conjunto de las mujeres.

Juntos debemos trabajar por incorporar a la mujer al trabajo. A un trabajo emancipador y liberador que garantice a la mujer su independencia económica, un peso social mayor y un conocimiento más justo y completo del mundo.

Nuestra noción del poder económico de la mujer debe apartarse de la codicia vulgar y de la avidez materialista que convierten a algunas mujeres en bolsas de valores especuladoras, en cajas fuertes ambulantes. Son mujeres que pierden la dignidad, el control y los principios en cuanto oyen el tintineo de las joyas o el crujido de los billetes. Algunas de estas mujeres, lamentablemente, hacen que los hombres caigan en los excesos del endeudamiento o incluso de la corrupción. Estas mujeres son peligrosas arenas movedizas, fétidas, que apagan la llama revolucionaria de sus esposos o compañeros militantes. Se han dado tristes casos de ardores revolucionarios que se han apagado y el compromiso del marido se ha apartado de la causa del pueblo por tener una mujer egoísta y arisca, celosa y envidiosa.

La educación y la emancipación económica mal entendidas y enfocadas pueden ser motivo de desdicha para las mujeres y por tanto para la sociedad. Solicitadas como amantes, son abandonadas cuando llegan las dificultades. La opinión común sobre ellas es implacable: la intelectual está «fuera de lugar», y la que es muy rica resulta sospechosa. Todas están condenadas a un celibato que no sería grave si no fuera la expresión misma de un ostracismo generalizado de toda una sociedad contra unas personas, víctimas inocentes porque desconocen por completo cuál es su delito y su defecto, frustradas porque día a día su afectividad se transforma en hipocondría. A muchas mujeres el saber sólo les ha dado desengaños, y la fortuna ha producido muchos infortunios.

La solución de estas paradojas aparentes consiste en que las desdichadas cultas o ricas pongan al servicio de su pueblo su gran instrucción, sus grandes riquezas. Así se granjearán el aprecio y hasta la adulación de todas las personas a las que darán un poco de alegría. En estas condiciones ya no podrán sentirse solas. La plenitud sentimental se alcanza cuando se consigue que el amor a uno mismo y de uno mismo se convierta en el amor al otro y el amor de los otros.

Nuestras mujeres no deben retroceder ante las luchas multiformes que les permitirán asumirse plenamente, con valentía, y experimentar así la felicidad de ser ellas mismas, y no la domesticación de ellas por ellos.

Todavía hoy, para muchas de nuestras mujeres, la protección de un hombre es la mejor garantía contra el qué dirán opresor. Se casan sin amor y sin alegría de vivir con un patán, un insulso alejado de la vida y las luchas del pueblo. Es frecuente que las mujeres exijan una gran independencia y reclamen al mismo tiempo la protección, peor aún, estar bajo el protectorado colonial de un varón. Creen que no pueden vivir de otro modo.

¡No! Tenemos que decirles a nuestras hermanas que el matrimonio, si no aporta nada a la sociedad y no las hace felices, no es indispensable, e incluso se debe evitar. Al contrario, mostrémosles cada día el ejemplo de unas pioneras osadas e intrépidas que en su celibato, con o sin hijos, están de un humor excelente y prodigan riquezas y disponibilidad a los demás. Incluso despiertan la envidia de las casadas desdichadas, por las simpatías que se granjean, la felicidad que les depara su libertad, su dignidad y su disponibilidad.

Las mujeres han dado sobradas muestras de capacidad para mantener s su familia, criar a los niños, en una palabra, ser responsables sin necesidad de estar sometidas a la tutela de un hombre. La sociedad ha evolucionado lo suficiente para que se acabe la marginación injusta de la mujer sin marido. Revolucionarios, debemos lograr que el matrimonio sea una opción enriquecedora, y no esa lotería de la que se sabe lo que se gasta al principio, pero no lo que se va a ganar. Los sentimientos son demasiado nobles para jugar con ellos.

Otra dificultad, sin duda, es la actitud feudal, reaccionaria y pasiva de muchos hombres, que tienen un comportamiento retrógrado. No quieren que se cuestione el dominio absoluto sobre la mujer en el hogar o en la sociedad en general. En el combate por la edificación de la sociedad nueva, que es un combate revolucionario, estos hombres, con sus prácticas, se sitúan en el lado de la reacción y la contrarrevolución. Porque la revolución no puede tener éxito sin la emancipación verdadera de las mujeres.

Por eso, compañeras militantes, tenemos que ser muy conscientes de todas estas dificultades para afrontar los combates futuros.

La mujer, lo mismo que el hombre, tiene cualidades pero también defectos, lo que demuestra que la mujer es igual al hombre. Si destacamos deliberadamente las cualidades de la mujer, no es porque tengamos de ella una visión idealizada. Simplemente queremos poner de relieve sus cualidades y habilidades, que el hombre y la sociedad siempre han ocultado para justificar la explotación y el sometimiento de la mujer.

¿Cómo podemos organizarnos para acelerar la marcha hacia la emancipación?

Nuestros medios son irrisorios, pero nuestra ambición es grande. Nuestra voluntad y nuestra firme convicción de avanzar no bastan para alcanzar la meta. Debemos sumar fuerzas, todas nuestras fuerzas, coordinarlas para que la lucha tenga éxito. Desde hace más de dos décadas se habla mucho de emancipación en nuestro país, hay mucho debate al respecto. Hoy se trata de abordar el asunto de la emancipación de forma global, evitando las irresponsabilidades que impidieron reunir todas las fuerzas en la lucha y quitaron importancia a esta cuestión crucial, y evitando también las huidas hacia delante que dejarían atrás a aquellos y sobre todo aquellas que deben estar en primera línea.

(...)

Por eso, compañeras, os necesitamos para una verdadera liberación de todos nosotros. Sé que siempre hallaréis la fuerza y el tiempo necesarios para ayudarnos a salvar nuestra sociedad.

Compañeras, no habrá revolución social verdadera hasta que la mujer se libere. Que mis ojos no tengan que ver nunca una sociedad donde se mantiene en silencio a la mitad del pueblo. Oigo el estruendo de este silencio de las mujeres, presiento el fragor de su borrasca, siento la furia de su rebelión. Tengo esperanza en la irrupción fecunda de la revolución, a la que ellas aportarán la fuerza y la rigurosa justicia salidas de sus entrañas de oprimidas.

Compañeras, adelante por la conquista del futuro. El futuro es revolucionario. El futuro pertenece a los que luchan.

¡Patria o muerte, venceremos!

Fuente : http://www.rebelion.org/noticia.php?id=92885 y ThomasSankara.net

30 de enero de 2010

Comunicado del SAT - Jaén en solidaridad con el compañero Andrés Bódalo



El compañero Andrés Bódalo Pastrana, responsable provincial del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) en Jaén, se enfrenta el próximo día 11 de febrero a un juicio con una petición fiscal de cuatro años de cárcel por un supuesto delito de atentado, lesiones y desobediencia a los policías por los que fue brutalmente agredido en la sede de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, hace casi cinco años, en una protesta pacífica organizada por el Sindicato de Obreros del Campo para exigir el cumplimiento, por parte de la Junta, del compromiso adquirido con el pueblo de Jódar de la cesión de las tierras del Marqués de Medinilla.

Andrés se llevó el grueso de la acometida violenta de los agentes de la autoridad, que sometieron a varios trabajadores a malos tratos, cebándose especialmente con él, a quien sometieron a un golpeo reiterado antes y después de ser detenido y esposado, sin que hubiera mediado por su parte provocación o desafío previos, por lo que tuvo que pasar dos días hospitalizado.

Sin embargo los agentes quisieron cubrirse las espaldas ante tan brutal actuación alegando que en el proceso de detención TODOS habían sido lesionados; nada menos que cinco policías armados y pertrechados lesionados por un hombre indefenso.

Nada de aquello fue un accidente sino una más de las múltiples manifestaciones de una estrategia de represión policial diseñada y aplicada de forma permanente por el gobierno andaluz frente a las legítimas y pacíficas reivindicaciones de un Sindicato histórico y de un sector fundamental de la población andaluza que sí lo pone realmente en aprietos por poner de manifiesto su incapacidad absoluta para dar respuesta a los problemas reales de los trabajadores en general, y de los del medio rural en particular.

A Andrés le ha tocado en este caso la peor parte como representante públicamente reconocido en la lucha por un reparto justo de la tierra en Andalucía y por los derechos de los trabajadores. No podemos callar mientras se persigue a quienes luchan por estos objetivos mientras se gratifica a quienes son los responsables reales y directos de la situación desesperada por la que atraviesa nuestra estragada tierra. Por eso queremos convocar a todos los trabajadores, sindicalistas, activistas de movimientos sociales y militantes de izquierda a acompañar y arropar a Andrés Bódalo en el día de su juicio, para darle a él nuestro apoyo y solidaridad y mostrar a los represores que no está sólo y que perseguirlo a él supone enfrentarse a todos aquellos que desde cada ámbito luchamos por un mundo más justo.

El juicio se celebrará en Sevilla, en el Edificio Noga (Avenida de la Buhaira nº 26, junto al hotel Sevilla Center) a las 9:30 horas de la mañana. Desde la provincia de Jaén, diversos colectivos queremos organizar un viaje solidario con la máxima participación posible de personas, por lo que queremos poner a disposición autobuses que saldrán de varias localidades en función de la demanda.

Teléfonos de contacto para apuntarse al viaje:

665529067

953239642

(Información extraída del blog en Jaén de Jaleo!!!, organización juvenil de la izquierda independentista andaluza)

Música: El gen comunista - Inadaptats



Lletra en català:

Renegan de Lenin
Els bocamolls
S'inflen i es mostren
Als aparadors

Recorren a Stalin
Per justificar
El seu reformisme
Aliat del capital

EL GEN COMUNISTA MAI NO MOR
ES VIU DINS L'ESTÒMAC, DINS DEL COR
EL GEN COMUNISTA MAI NO MOR
QUI POT NEGAR A L'HISTÒRIA EL TEU RECORD?

El síndrome d'Herodes
S'exten a l'occident
Matança de nadons
Que puguin portar el gen

REVOLTA D'OCTUBRE DE 1917
EL POBLE AMB ARMES AGAFA EL PODER

Marxisme com a eina
Destrueix el teu burgès
Prenyats de l'experiència
Per el nou naixement

STALINGRAD 1942,
VICTÒRIA ANTIFEIXISTA, OI, OI!

Letra en castellano:

Renegan de Lenin
Los bocazas
Se hinchan y se muestran
Los escaparates

Recurren a Stalin
Para justificar
Su reformismo
Aliado del capital

EL GEN COMUNISTA NUNCA MUERE
SE VIVE EN EL ESTOMAGO, DENTRO DEL CORAZÓN
EL GEN COMUNISTA NUNCA MUERE
¿QUIÉN PUEDE NEGAR A LA HISTORIA TU RECUERDO?

El síndrome de Herodes
Se extiende en Occidente
Matanza de bebés
Que puedan portar el gen

REVUELTA DE OCTUBRE DE 1917
EL PUEBLO CON ARMAS TOMA EL PODER
Marxismo como herramienta
Destruye tu burgués
Preñados de la experiencia
Para el nuevo nacimiento

STALINGRADO 1942,
VICTORIA ANTIFASCISTA, OI, OI!

Editorial: Sangrienta efeméride de domingo

Tal día como hoy de hace 38 años, el 30 de enero de 1972, se producía uno de los hechos más dramáticos que ha sufrido Irlanda en los últimos cien años, junto a la Sublevación de Pascua de 1916 y la Batalla del Bogside de 1969.

Primero, honrar la memoria de los caídos por una Irlanda libre: Jackie Duddy, Patrick Doherty, Bernard McGuigan, Hugh Gilmour, Kevin McElhinney, Michael Kelly, John Young, William Nash, Michael McDaid, James Wray, Gerald Donaghy, Gerald McKinney, William McKinney y John Johnston.

Este trigésimo-segundo aniversario coincide con una nueva época de tensión para el Ulster. Un estancamiento cada vez más profundo en el proceso de paz iniciado en 1998, un desencuentro cada vez mayor entre republicanos y unionistas... La vuelta a las pistolas de unos (IRA Auténtico) y el abandono de éstas por otros (INLA), pero a fin de cuentas, un estancamiento total. De hecho, los mandatarios del gobierno autonómico (Sinn Féin y DUP) del norte de Irlanda continuan reunidos en Belfast tras más de cinco noches de negociación para solucionar la grave crisis política que vive el Ulster ocupado (más información aquí).

A fin de cuentas, y pese a ciertos avances (ninguno político) en estos 12 años de proceso de paz, se puede decir que la situación del norte de Irlanda está igual o peor, y que cada vez se ve más lejano el futuro de una Irlanda libre, socialista y en paz.

29 de enero de 2010

La Junta de Andalucía afirma que el paro crece "por solidaridad"

El consejero de Empleo de la Junta de Andalucía, Antonio Fernández, expuso este miércoles una llamativa teoría para explicar la cifra de parados en Andalucía, donde el desempleo se acerca al 30%, y crece mes a mes.

Según Fernández se debe al llamado «efecto solidaridad»: «hay un fenómeno que estamos viviendo en las oficinas, que por cada persona que pierde el desempleo se generan tres inscripciones más, el efecto, en fin, solidaridad, o efecto familia.» El consejero ilustró las declaraciones con un ejemplo, «cuando un hombre del sector de la construcción pierde el empleo, la respuesta en casa es "vamos a ir todos" y apuntan también la mujer y el hijo si es mayor de edad. Y ese fenómeno está ocurriendo». La explicación del aumento de la cifra de parados es que ahora se registra mucha gente que antes no lo hacía.
Antonio Fernández sostuvo este análisis en una reunión con representantes de la Confederación Granadina de Empresarios (CGE).

Según el consejero, estos momentos Andalucía tiene «los deberes hechos» en materia de desempleo con los planes tanto estatales como regionales, aunque también declaró que «lo normal» es que no se creen «puestos de trabajos netos» durante 2010.
Por su parte la secretaria general del PP de Granada, Luisa García Chamorro, exigió hoy la dimisión del consejero de Empleo por «la falta de sensibilidad» que, a su juicio, ha mostrado con el millón de parados que hay en Andalucía al usar «excusas» para justificar el aumento de las listas de desempleo.

A juicio de la dirigente "popular", el consejero ha «demostrado» con estas palabras su «nula preocupación» por el problema más grave que tiene la Comunidad Andaluza y por el millón de familias «abocadas a la miseria por la falta de un puesto de trabajo».

http://andalucia24horas.com/texto.asp?id=335395&sec=92

Editorial: Ante el 78 aniversario del asesinato de Farabundo Martí

Dentro de pocos días, el próximo 1 de febrero, se cumplirán 78 años desde el asesinato del patriota y socialista salvadoreño Farabundo Martí, el que fuera secretario personal del líder guerrillero Augusto César Sandino y posterior secretario general del Partido Comunista Salvadoreño desde 1930 hasta su muerte en 1932.


En tiempos como los que ahora corren en Latinoamérica, es necesario más que nunca recordar la figura de este gran líder político y revolucionario, que, como tantas otras figuras del socialismo, fue ejecutado como consecuencia de un levantamiento campesino que se produjo en El Salvador en enero de 1932. Porque vemos como los medios de comunicación, siervos del capitalismo internacional, ya están comenzando a apartar de los titulares el horror que vive el pueblo haitiano, porque han decidido que ya no es noticia. Porque vemos como desde la Unión Europea y los EEUU se criminaliza constantemente a Hugo Chávez y su liberador proyecto para Latinoamérica. Por eso es necesario reivindicar figuras como Farabundo Martí.

¡¡¡VIVA LATINOAMÉRICA LIBRE Y SOCIALISTA!!!
¡¡¡VIVA FARABUNDO MARTÍ!!!
¡¡¡PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE!!!

El mito del gulag

La imagen actual de Stalin y de su etapa al frente de la URSS ha sido objeto de una deformación sistemática, primero a iniciativa de la propaganda hitleriana y luego al amparo de la guerra fría. Indudablemente esa campaña, por más que se haya probado su inconsistencia y absoluta falta de rigor histórico, ha calado: Stalin es hoy sinónimo de terror, persecución, genocidio y campos de trabajo.

No cabe duda: la burguesía tiene pánico a Stalin y ese temor nos lo transmite a diario por todos los medios de intoxicación. Las razones son obvias: el movimiento comunista internacional alcanzó su fase de máxima pujanza precisamente bajo Stalin; la situación llegó a ser tan crítica para el imperialismo que realmente llegaron a temer su desplome. Había que hacer algo, borrar la imagen gloriosa de la Revolución de Octubre y de los bolcheviques e imponer una nueva imagen de diseño, plagada de tergiversaciones, mentiras y falsificaciones históricas de lo más burdas.

Los imperialistas nos insistieron durante décadas que la apertura de los archivos secretos del KGB demostraría sus afirmaciones; Gorbachov ordenó abrir esos archivos en 1989 y los primeros informes completos con las conclusiones se publicaron en 1993. Estas conclusiones no han tenido el eco mediático que merecían, sin duda porque refutan plenamente la campaña intoxicadora que hemos padecido durante tantos años...

El proceso contra Dimitrov:

La primera campaña propagandística contra la URSS y el movimiento comunista internacional se inició con la quema del Reichstag en 1933, nada más subir los nazis al poder en Alemania. Estaba perfectamente preparada: Dimitrov, dirigente de la Internacional Comunista, fue acusado del incendio y los nazis desataron un ofensiva publicitaria de dimensiones hasta entonces desconocidas. Hoy está probado que fueron los propios nazis quienes quemaron un Parlamento que ya no les servía para nada, pero la primera campaña de intoxicación demostró que la técnica funcionaba. El legendario Partido Comunista alemán fue perseguido, su secretario general Thälmann encarcelado junto con otros miles de camaradas que inauguraron los primeros campos de concentración y, como luego escribió Bertold Brecht, tras los comunistas fueron los antifascistas y, finalmente, los judíos y muchas otras víctimas del terror imperialista.

Era el primer ejemplo histórico de la nueva propaganda imperialista, basada en la estrecha unión de la policía política (la famosa Gestapo) y los medios de comunicación. Los nazis inventaron la figura del periodista-policía, una nueva estirpe de siniestros funcionarios al servicio de las más burdas mentiras. Göbbels resumió esta nueva técnica en una frase hoy conocida: Una mentira que se repite un millón de veces acaba convirtiéndose en una verdad. Pero nadie reconoce que los comunistas fueron los primeros en padecer la infamia sistemática de los nazis.

Los trotskistas salen a escena:

A aquella primera campaña de propaganda anticomunista le siguió otra, con la leyenda de un supuesto genocidio cometido en Ucrania contra los campesinos por la colectivización socialista. Según aquellas informaciones difundidas por la Gestapo, la colectivización habría supuesto una terrible catástrofe en la que millones de campesinos murieron de hambre.

La colectivización del campo, un episodio más de la lucha de clases bajo el socialismo en la URSS, como no podía ser de otra forma, corría paralela a una fuerte polémica -también otra más- en el interior del Partido bolchevique entre dos corrientes políticas opuestas. Triunfó la línea marxista-leninista de continuar la construcción del socialismo que encabezaba Stalin, y las posiciones derrotistas y claudicadoras que bullían en su seno fueron depuradas y expulsadas del Partido.

La más conocida -pero no la más importante- de esas corrientes es la trotskista, un movimiento insignificante inflado hasta la saciedad por la propaganda imperialista. En realidad Trotski nunca formó parte del Partido bolchevique, hasta pocos días antes de la revolución, cuando en plena efervescencia del movimiento de masas, se incorporó -como tantos otros- a las filas bolcheviques a las que antes había combatido sin cesar.

Trotski fue admitido en la dirección del Partido y asumió importantes funciones tras la Revolución como responsable del Ejército Rojo, en el que tuvo que ser destituido pocos meses después, tras sus reiterados fracasos en la dirección de la guerra con los contrarrevolucionarios. Fue sustituido en esa función por Stalin y a partir de ahí sus desvaríos no cesaron. A pesar de ello, los bolcheviques demostraron una paciencia más propia de los franciscanos que de los revolucionarios. Tuvo que ser destituido de la dirección del Partido, luego expulsado de él, luego expulsado de la URSS y, finalmente, ejecutado en México.

La burguesía imperialista siempre ha presentado esta lucha como una pugna personal por el poder entre Stalin y Trotski y no como un aspecto más de la lucha de clases contra la burguesía en el seno del Partido. Porque mientras Trotski volvió finalmente al lugar del que había salido, a las filas de la reacción, Stalin siguió también donde siempre había estado: entre los bolcheviques. Así que la inmensa mayoría del Partido estaba por un lado, y Stalin con él, mientras por el otro estaban Trotski y un reducido número de militantes que se podían contar con los dedos de las manos.


Por tanto, la fama de Trotski proviene de su obstinada lucha contra los bolcheviques, prolongada durante varias décadas, y del apoyo que a esa lucha le proporcionó la burguesía. Trotski proporcionó al imperialismo algo muy valioso que éste no tenía: información de primera mano, del mismo interior de las filas revolucionarias en las que se había infiltrado.

Esto dio un tono distinto a la campaña de infamias contra Stalin y el comunismo a través de un cúmulo de grupúsculos trotskistas que no eran más que el caballo de Troya del imperialismo camuflado entre algunos sectores estudiantiles o intelectuales. El nazismo nunca desperdició esta ayuda de los trotskistas en su guerra psicológica contra el movimiento comunista internacional. A su vez, los trotskistas se beneficiaron de los altavoces que el imperialismo les proporcionó en la prensa y la radio.

De Göbbels a Hearst:

La característica común de las dos primeras campañas de guerra psicológica es que, no obstante su amplitud, no trascendieron de las fronteras de la Alemania nazi, salvo un cierto eco en la prensa reaccionaria inglesa.

Es aquí donde surge la figura del magnate de la prensa amarilla estadounidense Hearst, que en 1934 viajó a Alemania, donde fue recibido por Hitler como invitado y amigo leal. A partir de entonces, comenzó a abrir espacios en sus periódicos para difundir artículos firmados por Göring. El descrédito y las presiones populares le obligaron rápidamente a suspender la difusión de tales artículos, pero continuó informando acerca de la URSS con materiales más refinados que la Gestapo le remitía directamente desde Berlín, alusivos a masacres, esclavitud, presidios, etc.

Entonces la noticia estrella era el genocidio en Ucrania a causa de las colectivizaciones, campaña iniciada el 18 de febrero de 1935 en el periódico sensacionalista de Hearst Chicago American. A través de Hearst la Gestapo avanzó las primeras cifras: 6 millones de muertos por hambre en Ucrania.

¿Qué hay de cierto en ello?

Ucrania era conocido como el granero de Europa, un país agrícola muy rico, ambicionado por Alemania y otras potencias imperialistas rivales como despensa alimenticia en sus preparativos de guerra. Cuando en 1935 el PCUS promovió la colectivización, 120 millones de campesinos pobres se levantaron contra los kulaks, unos 10 millones de terratenientes que a través de los koljoses se habían enriquecido con el socialismo.

Se abrió un periodo de fuertes luchas en el campo, en toda la URSS. Los kulaks reaccionaron armándose y creando bandas que asaltaban a los campesinos pobres, incendiaban los graneros y destruían las cosechas. Surgió la escasez de grano y el hambre, lo que finalmente desembocó en epidemias, un fenómeno muy común en aquella época, ya que la penicilina no se inventó hasta la segunda mitad de los años cuarenta. Por ejemplo, en Europa occidental una epidemia de la llamada gripe española causó 20 millones de muertos entre 1918 y 1920.

La colectivización, por tanto, no causó ningún estrago especial entre la población ucrania, más que la propia del aplastamiento de la reacción kulak. Por el contrario, fue la colectivización la que permitió el aprovisionamiento del Ejército Rojo y de los obreros soviéticos en la guerra mundial que estallaría sólo seis años después. En la guerra mundial, los kulaks supervivientes de la colectivización volvieron a Ucrania y colaboraron en la invasión nazi, privatizando las tierras de nuevo y asesinando a los campesinos. Pero de estas matanzas nada ha difundido el imperialismo.

Robert Conquest toma el relevo de la Gestapo:

La guerra mundial no acabó con la URSS como pretendieron las grandes potencias imperialistas. Por el contrario, el socialismo salió reforzado de la misma, obligando a una nueva ofensiva de guerra psicológica para encubrir su tremendo fracaso. Incapaces de derrotar por la guerra al socialismo, desataron una forma singular de agresión permanente y larvada: la guerra fría.

En Estados Unidos el senador McCarthy inició una violenta campaña de persecución contra los comunistas y cualquier asomo de movimiento progresista que acabó extendiendo por todo el mundo como una fiebre de histeria. Desempolvaron los viejos argumentos de la Gestapo y Hearst. En 1953, financiado por los exiliados ucranios en Estados Unidos, se publicó el libro Los sucesos negros del Kremlin (Black deeds of the Kremlin) en el que se inventaban toda una serie de matanzas truculentas en la URSS.

Pero el personajillo que se especializaría en esta tarea fue Robert Conquest, ex-agente de la policía británica elevado unos años más tarde a profesor de la Universidad de Stanford en California, que escribió en 1969 El gran terror y en 1986 Cosecha de amarguras (Harvest of sorrow). Aquel mismo año escribió por encargo de Reagan un libro inolvidable cuyo título lo dice todo acerca de su talla universitaria: ¿Qué hacer cuando los rusos vengan? Manual de supervivencia. La fuente de información de Conquest eran los kulaks ucranios que habían colaborado con el Ejército hitleriano en la ocupación de la URSS y que los Estados Unidos acogieron después como exiliados políticos. La mayor parte de esos ucranios eran criminales de guerra, como Mykola Lebed, jefe de seguridad en Lvov durante la ocupación nazi que colaboró en la persecución contra los judíos en aquella ciudad en 1942. En 1949 Estados Unidos le acogió como desinformador y comenzó a trabajar para la CIA.

Las siniestras conexiones de Conquest no fueron conocidas hasta que el periódico británico The Guardian las desveló en un artículo publicado el 27 de enero de 1978. Los servicios secretos ingleses habían creado en 1947 para la guerra fría un departamento especial dedicado en exclusiva a la intoxicación periodística que se llamaba IRD (Information Research Department), aunque su nombre originario era también bastante ilustrativo: Communist Information Department. Su tarea era combatir la influencia comunista entre el proletariado británico con noticias e informaciones inventadas, por medio de contactos en las redacciones de los periódicos y en las emisoras de radio, comprando noticias, sobornando a los periodistas, etc. Cuando en 1977 se disolvió por sus escandalosos contactos con los fascistas británicos, se comprobó que unos 100 periodistas conocidos de la prensa, radio y la televisión cobraban de sus presupuestos y que regularmente recibían informes para su difusión.

Conquest fue agente del IRD desde los comienzos hasta 1956 y su tarea era escribir noticias siniestras de la URSS para difundirlas en la prensa y la radio. Su libro El gran terror no es más que una recopilación de los artículos sensacionalistas que como agente del IRD escribió durante años sobre la URSS. Una tercera parte de los libros fueron comprados por la editorial Praeger que es la que habitualmente distribuye los libros de intoxicación de la CIA. Y por su libro Cosecha de amargura, Conquest cobró 80.000 dólares de los exiliados fascistas ucranios.

Las cifras del gulag:

Según Conquest (y tras él toda la propaganda imperialista) los bolcheviques mataron a 26 millones de personas, con el siguiente desglose: 12 millones de presos ejecutados entre 1930 y 1953 y otros 14 millones muertos de hambre en la década de los años veinte. También siguiendo sus cálculos, en 1950 había de 25 a 30 millones de presos en los campos de trabajo soviéticos, de los que 12 de ellos eran presos políticos, o sea contrarrevolucionarios. Añade que en las depuraciones de 1936 a 1939 fueron ejecutadas un millón de personas y otros dos millones murieron de hambre. El resultado de estas depuraciones serían 9 millones de presos políticos y 3 millones de muertos.

Soljenitsin, un fascista-zarista que recibió el Premio Nobel de Literatura (por sus libros Archipiélago gulag y Un día en la vida de Ivan Denisovich) en pago a sus servicios, infló todavía más las cifras de Conquest. Según él, los bolcheviques mataron a 110 millones de personas: 44 millones en la II Guerra Mundial y otros 66 millones desde la colectivización hasta la muerte de Stalin en 1953. Finalmente, calculaba que en 1953 en los campos de trabajo había 25 millones de presos.

Estas son las cifras que luego la prensa imperialista ha reproducido millones de veces por todo el mundo, por supuesto de fuentes fidedignas.

Los archivos del KGB:

Naturalmente, las conclusiones de la apertura de los archivos secretos por Gorbachov en 1993 no han recibido la misma dimensión informativa y sólo han alcanzado a las publicaciones científicas restringidas. Las conclusiones del estudio se han compendiado en 9.000 páginas redactadas por tres académicos rusos (Zemskov, Dougin y Xlevnjuk) nada sospechosos de simpatías estalinistas. Estas conclusiones han sido reproducidas también por Nicolas Werth del CNRS (Instituto Francés de Investigaciones Científicas) en la revista L'Histoire en setiembre de 1993, y por J. Arch Getty profesor de Historia de la Universidad de River Side en California en la revista American Historical Review.

Todos los informes académicos son unánimes en desmentir la campaña tergiversadora.

En la URSS en 1940 existían 53 campos y 425 colonias de trabajo, los famosos gulags. Se diferenciaban porque las colonias eran más pequeñas y con un régimen penitenciario más relajado que los campos y a ellas se destinaban los presos con condenas más reducidas. En los campos y colonias los presos no estaban recluidos en espacios cerrados sino que trabajaban y cobraban el mismo sueldo que los demás trabajadores, sobre la base del principio de que los presos no podían resultar una carga para la sociedad. Trabajaban durante su jornada laboral (7 horas diarias) y luego debían recluirse en los recintos cerrados y custodiados. En la URSS no había cárceles como las que conocemos aquí, en las que impera la ociosidad: trabajar era una obligación para todos, y no un derecho. Imperaba el conocido principio general de que quien no trabaja no come.

En 1939 en los campos y colonias había un total de 2 millones de presos, de los que 454.000 eran contrarrevolucionarios. De ellos murieron 160.000 por causas diversas, especialmente epidemias, enfermedades contagiosas y falta de medicinas. Después de la guerra, en 1950, el número de contrarrevolucionarios presos subió a 578.000, pero el porcentaje de presos que en total purgaban sus condenas nunca pasó del 2'4 por ciento de la población adulta de aquella época.

¿Qué significan estas cifras? Hagamos comparaciones...

En Estados Unidos hoy viven 252 millones de personas y hay 5'5 millones de presos en total, es decir, un 2'8 por ciento de la población adulta. Más que en la URSS de la época de Stalin. Y Estados Unidos ni padece un levantamiento armado de las proporciones de la guerra civil en la URSS, ni tampoco la amenaza exterior de ninguna potencia. Por el contrario, la URSS surge de una guerra mundial, padece una guerra civil, una invasión exterior de las grandes potencias, un sabotaje permanente de espías y contrarrevolucionarios y, finalmente, una nueva guerra mundial. A pesar de ello, el número total de presos era inferior al actual en Estados Unidos.

En cuanto a las muertes en los campos y colonias de trabajo, los porcentajes van del 5'2 por ciento en 1934 al 0'3 por ciento en 1953, lo que hace un total aproximado de un millón de presos, la mitad de ellos en el periodo de 1934 a 1939, y siempre por causas involuntarias, como se demostró al difundirse tras la II Guerra Mundial el uso de antibióticos, que redujo notablemente el volumen de fallecimientos.

En la URSS existió la pena de muerte, que se ejecutaba sólo en los casos más graves de levantamientos armados contra el socialismo. Dimitri Volkogonov, nombrado por Yeltsin jefe de los antiguos archivos soviéticos, ha calculado en 30.514 el número de fusilados entre 1936 y 1938 y, según cifras actuales del KGB, desde 1930 hasta 1953 habrían sido condenados a muerte 786.000 detenidos.

Pero esta última cifra no parece convincente y puede referirse al total de ejecuciones entre delincuentes comunes y contrarrevolucionarios. Quizá pueda deberse también a que el KGB contabilizó todas las sentencias de muerte, incluso aquellas que luego no se ejecutaban y se conmutaban por otras. En todo caso, puede decirse que los fusilamientos en una de las fases más aguda de la lucha de clases en la URSS entre 1936 y 1939, la época llamada del gran terror entre los imperialistas, serían de unos 100.000. Por tanto, muy lejos de los millones de la propaganda con la que nos han bombardeado durante años.

Pero hay detalles muy poco conocidos. Por ejemplo, hasta 1937 la pena máxima establecida por las leyes soviéticas era de 10 años, y el 82 por ciento de los condenados lo eran a penas inferiores a 5 años. Las penas dictadas por los tribunales populares eran algo superiores, pero en todo caso, sólo el 51 por ciento de los contrarrevolucionarios fueron condenados en 1936 a penas superiores a los 5 años. Cuando en 1937 se elevó el tope de las penas, sólo el 1 por ciento de los contrarrevolucionarios fueron condenados a penas superiores a los 10 años. Ni existía la condena a perpetuidad como en Estados Unidos, ni nadie cumplía condenas de más de 20 años, como en España.

Los comentarios, una vez más, sobran.

Los convictos del gulag:

Pero todas esas cifras expuestas no nos daría una imagen ni siquiera aproximada de la URSS en los años treinta y las durísimas condiciones en las que se desarrollaba la lucha de clases de los obreros y los campesinos pobres. Pese a la colectivización, los kulaks no desistieron en su empeño de doblegar a los campesinos pobres, asesinando a los militantes comunistas, a los funcionarios del Estado y a los cooperativistas, incendiando las cosechas, provocando plagas, matando a los animales de trabajo y provocando el hambre. El Partido Comunista y los campesinos pobres tuvieron que luchar en las condiciones más adversas porque los kulaks contaban con importantes apoyos exteriores y tenían experiencia de años en el control de todos los resortes del poder en el campo. Sin duda la represión debió ser dura y los kulaks más destacados por sus crímenes fueron justamente ejecutados o condenados a los campos de trabajo. No obstante, de los 10 millones de kulaks existentes antes de la colectivización sólo resultaron condenados 1'8 millones de ellos a diversas penas.

Es seguro que cuando la lucha es tan encarnizada y de tan vastas proporciones, se produjeron errores, injusticias y venganzas particulares. Pero en su conjunto, la lucha fue acertada, permitió subsistir a la URSS y salvó aún muchas mas vidas de las que costó. Y sobre todo: esas vidas que se salvaron eran las de los obreros, los campesinos pobres, los cooperativistas y la población en general de todos los pueblos de la URSS.

Además, la situación no se ceñía exclusivamente al campo. También en las fábricas y en el Ejército ocurría algo parecido. Numerosos cuadros y técnicos provenían de las filas de la burguesía, ya que eran cuadros cualificados de los que no se pudo prescindir inicialmente. La mayor de parte de ellos colaboraron lealmente con los obreros en los planes quinquenales, pero otros saboteaban la producción, retrasaban los suministros, destruían la maquinaria y boicoteaban las tareas, causando un extraordinario perjuicio a la producción, en unos momentos clave en que la amenaza exterior del imperialismo acechaba.

La revolución, cabe concluir, no es un camino de rosas, desgraciadamente. Pero no será porque los revolucionarios estén sedientos de sangre. Es seguro que si los capitalistas renunciaran voluntariamente a sus privilegios, todo resultaría más fácil. La Historia demuestra que eso no ha sucedido nunca y que los que lo tienen todo no dudan en masacrar a los que no tienen nada para salvaguardar sus prebendas. Y luego encima nos vuelven la historia del revés.

Otros testimonios:

1.- El diario La Vanguardia el 5 de junio de 2001 publicó una entrevista sobre este mismo tema con el historiador ruso Viktor Zemskov, al cual aludimos en el artículo. El historiador dice que es la primera entrevista que concede a la prensa extranjera, que no se ha interesado para nada en restablecer una falsedad millones de veces repetida: Ya es hora de que la propaganda dé paso a la historia, y la suposición al documento. Hace diez años que en Rusia se sabe que Stalin y su régimen mataron mucho menos de lo que se ha dicho, comienza a decir el periodista en el encabezamiento, mientras que Zemskov dice que en Occidente se habían engañado mucho al respecto, es decir, sobre el volumen de la represión. El Estado soviético llevaba un control absoluto y preciso de cada detenido y de cada fusilado: La estadística del Gulag es considerada por nuestros historiadores como una de las mejores [...] Un solo caso de un preso desaparecido en un naufragio o fugado, genera todo un dossier de documentos y correspondencia. Como es natural, no se dice absolutamente nada de los motivos por los cuales fueron enviadas al Gulag todas esas personas. Zemskov confirma también que el principal manipulador de las estadísticas ha sido Robert Conquest, cuyas cifras de represaliados y muertos quintuplican la evidencia documental, dice Zemskov, aunque no explica el perfil biográfico de Conquest. Según las conclusiones que extrae el propio periodista, en el momento culminante de la represión estalinista, el ‘gran terror’ de 1937-1938 en la URSS se practicaron 2'5 millones de detenciones, y entre 1921 y 1953 se fusiló por motivos políticos a 800.000 personas. Pero el historiador no dice fusilados sino algo bien distinto: condenados a fusilamiento, es decir, que no existe confirmación de que la pena se ejecutara en todos los casos, por lo que debe tomarse como una aproximación. Esta cifra coincide aproximadamente con la que nosotros adelantamos y las diferencias pueden deberse a que nosotros tomamos un periodo de tiempo más corto.

2.- Muchos de los millones de muertos imputados al comunismo en la Unión Soviética provienen de la hambruna en Ucrania, supuestamente a consecuencia de la colectivización. El periodista canadiense Douglas Tottle publicó un libro titulado Fraude, hambre y fascismo: el mito del genocidio ucraniano, de Hitler a Harvard (Fraud, famine and fascism. The Ukrainian Genocide Myth from Hitler to Harvard, Toronto, Progress Book, 1987). La colectivización se inició a finales de 1929 y el hambre apareció en 1934 (casualmente al año siguiente de la llegada de Hitler al gobierno de Berlín). En su libro Tottle demuestra que las fotografías publicadas, que exhiben supuestas escenas de niños muertos de hambre, se tomaron, en realidad, de publicaciones de 1922 mostrando las muertes de hambre causadas por la intervención de ocho potencias imperialistas en la guerra civil de 1918-1921.

3.- Estas falsificaciones también han sido denunciadas por Louis Fisher, corresponsal en Moscú del periódico americano The Nation. Fisher denunció que el periodista M. Parrot, el auténtico corresponsal de la cadena Hearst en Moscú, envió reportajes que jamás se publicaron acerca de las excelentes cosechas en Ucrania. Tottle demuestra que el periodista que envió durante mucho tiempo los reportajes y fotografías falsos sobre el hambre en Ucrania, Thomas Walker, se llamaba en realidad Robert Green, que se había escapado de una cárcel de Colorado. Cuando Green regresó a Estados Unidos fue detenido y confesó al tribunal que jamás había estado en Ucrania y que sólo estuvo cinco días en Moscú.

4.- Sobre los millones de muertos de hambre en Ucrania existe una curiosa carta en los archivos del Ministerio francés de Asuntos Exteriores escrita por su embajador en Moscú Charles Alphand y dirigida a Paul Boncour, el titular entonces del Ministerio en París, de fecha 13 de setiembre de 1933. La carta relata un viaje por la Unión Soviética de Alphand acompañando a Herriot. Dice así:
Invitado oficialmente por el gobierno soviético para participar en el viaje de Herriot al sur de la URSS, seis días en Ucrania y en el norte del Cáucaso [...]Este viaje [...] ocasionó manifestaciones de lo más cariñosas respecto a Francia que por todas partes recibió los aplausos unánimes de la muchedumbre soviética sin que [...] hubiera una nota discordante. El sólo hecho de que se les haya permitido e incluso provocado, muestra el deseo de los gobernantes de mostrar su deseo de acercamiento con Francia.

Además de museos y monumentos antiguos, hemos visitado el mayor número posible de fábricas y explotaciones agrícolas [...] maravillado por el Dnieprostroi donde, además, se encuentra la fábrica hidroeléctrica más importante de Europa. Sobre una estepa rusa se eleva desde hace cuatro años una ciudad de 150.000 habitantes, de los que 40.000 son obreros [...] Salvo para el aluminio (sólo se logró un sexto de lo previsto), las fábricas aún están en fase de equipamiento y la producción no alcanzará su pleno rendimiento hasta dentro de tres o cuatro años, según los técnicos que he podido consultar. Visita a las fábricas de panificación de Kiev, de turbinas y tractores de Jarkov, maquinaria agrícola, cosechadoras en Rostov, rodamientos y motores en Moscú. Concordando esas constataciones de las informaciones ya proporcionadas al Departamento sobre las formidables industrias de los Urales (Magnitogorsk y Kuznietsk), sobre los proyectos hidroeléctricos del Volga y de Siberia, sobre las fábricas de Gorki y de Leningrado, se ve el esfuerzo industrial enorme del Gobierno de los Soviets. Dada la peculiar situación de la URSS, el único país del mundo que progresa, ese desarrollo no puede perjudicar a las industrias europeas, más que cerrándoles el mercado ruso, porque las posibilidades de absorción de ese mercado son tan grandes que pasarán 50 o incluso 100 años antes de que los Soviets alcancen una sobreproducción que no sean capaces de absorber por ellos mismos. Pero hay un grave problema [...] el de los transportes: insuficiencia de la red ferroviaria y vial [...] En esta vía [...] podemos plantearnos la colaboración franco-soviética.

Al margen de la cuestión industrial, se desprende una impresión del viaje a la URSS, el de un esfuerzo en la construcción de alojamientos para una población que en diez años aumenta la población de Francia. Lo mismo en Moscú que en Leningrado de un plumazo se alzan grandes casas obreras casi en cada calle, pero el éxito más grande desde el punto de vista del urbanismo está en Jarkov donde en cuatro años una ciudad entera de aspecto netamente americano se ha edificado al lado de la ciudad antigua.

En fin, una de las partes mas importante de nuestra gira ha sido la visita a las organizaciones soviéticas en Ucrania y en el norte del Cáucaso, el centro mismo de los territorios donde, según recientes campañas de prensa, reinaba un hambre comparable a la de 1922.

Usted verá, me habían dicho, que en el último momento esta parte del viaje será suprimida; no le llevarán a ese infierno de miseria. Para encontrar en Moscú a Molotov, que partía de vacaciones, se suprimió del programa la excursión a Crimea que tenía un carácter particularmente turístico; el viaje a Ucrania se desarrolló normalmente. Hemos atravesado de parte a parte, en los dos sentidos, en ferrocarril, este inmenso campo de cereales cuyos cultivos se interrumpen allá donde no alcanza la vista, de espeso humus negro que hace innecesario el abono. A 60 y 70 kilómetros de las ciudades, hemos visitado koljoses y sovjoses, y volvemos con la impresión muy clara de la falsedad de las noticias difundidas en la prensa y la convicción que yo esbocé en mi correspondencia de una campaña inspirada por Alemania y los Rusos blancos deseosos de oponerse al acercamiento franco-soviético.

Antes de recorrer el país, yo mismo me he hecho eco de esas habladurías difundidas por los enemigos del régimen y tengo hoy la certidumbre de su exageración.

Sin duda, se nos dirá, los eslavos, después del Potemkin, tienen un maravilloso sentido de la puesta en escena, sólo os han mostrado lo que querían que vierais, ¿cómo pretende Usted, en una excursión de una semana, no hablando ruso, apercibirse del estado de una región tan extensa? Sin embargo, hemos mirado por las ventanas durante el trayecto de más de 3.000 kilómetros, y no se ha podido trucar completamente la población, que nos ha parecido en el mejor estado físico y de vestuario que la de las ciudades del norte, de donde venimos. Nuestro coche ha podido aplastar pollos de más de cuatro meses; nos hemos dado cuenta de la extensión de esos campos que acaban de proporcionar una cosecha que todos están de acuerdo en calificar de excepcional. Si verdaderamente millones de hombres estuvieran muertos de hambre en esas regiones, los infortunados hubieran comido sus pollos antes de pensar en alimentarse de cadáveres. Hubieran sido necesarios millones de soldados para impedirles comerse las semillas.

¿Qué dicen a este respecto las autoridades que hemos interrogado? El año pasado tuvo lugar efectivamente, un episodio de los más graves de la Revolución para la aplicación del régimen colectivista en la agricultura. En esas regiones particularmente ricas, hemos tenido que luchar contra los campesinos ricos que no cultivaban por sí mismos sus tierras sino que utilizaban asalariados; contra esos kulaks, más o menos abiertamente sostenidos por Alemania, que lleva en Ucrania su campaña separatista. Con la esperanza de desórdenes graves, esos elementos contrarrevolucionarios intentaron suscitar la huelga de brazos caídos. De ahí resultó una disminución de la producción de cereales que en un momento dado amenazó seriamente Moscú y supuso no solamente graves dificultades en las regiones donde se organizó el sabotaje de la cosecha, sino también la obligación de imponer restricciones importantes en la distribución de víveres. Que ha habido hambre está fuera de duda. Pero por una acción enérgica del poder central, acción combinada de la policía y de los elementos políticos comunistas, gracias a ciertas concesiones ofrecidas al interés personal (propiedad de una vaca y de productos de la huerta), la situación ha podido ser restablecida durante estos últimos meses y Stalin, según una expresión de Radek [...] ha ganado su ‘batalla del Marne’ agraria.

Dos ejemplos típicos de esta campaña y de las dificultades [...] nos los ofreció Kalinin, a quien interrogamos sobre este grave problema del hambre. Nos dio el ejemplo de la comuna de Tver que hoy lleva su nombre, donde hay tres koljoses. El primero ha trabajado muy bien, ha realizado una buena cosecha y sus miembros han obtenido buenos beneficios; el segundo ha alcanzado los dos objetivos; pero el tercero, por impulso de nuestros adversarios, ha saboteado la cosecha y sus afiliados han corrido el peligro de morir de hambre. A petición mía [de Kalinin], el Gobierno les ha hecho llegar ayuda. A causa de ello, me he atraído la enemistad de los otros dos koljoses que pensaban que no importaba hacer las cosas mal si, no haciendo nada, se obtenía sin embargo la subsistencia [...]

El segundo ejemplo de Kalinin es el siguiente: el año pasado faltó la leche en Moscú y se restringió la distribución incluso a los niños y a los obreros empleados en trabajos nocivos. Pero la persona encargada de la distribución era precisamente el gran negociante de preguerra que aseguraba el mismo servicio bajo el régimen zarista. El Presidente Kalinin llamó a ese fucionario para preguntarle cómo con una cantidad doble de leche no llegaba para suministrar a las categorías restringidas indicadas. El interesado apenas tuvo que mostrar que la cantidad era hoy insuficiente porque antes la leche era un privilegio de la clase noble y rica de Moscú.

Aumento considerable de las necesidades, resistencias políticas de los elementos reaccionarios, tales son las causas del desequilibrio que revuelve nuestros espíritus occidentales pero que parecen naturales al espíritu eslavo fatalista que, poco deseoso de intereses inmediatos individualistas, está centrado en el cumplimiento del amplio programa que se ha propuesto.

R. Andreu

Extraído del blog El Socialismo es la solución.
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