30 de noviembre de 2010

La Revolución Andaluza por Blas Infante (Parte 3)

Nosotros queremos la técnica y la facultad creadora de la técnica, animada por la Historia, por el pensamiento hecho sentir, hecho entusiasmo, o vuelo de Dios. Nosotros no comprendemos la vida sin el entusiasmo, sin la alegría; y la alegría para nosotros está en «experimentar la sensación natural correspondiente a las cosas tal como ellas sin, naturalmente, cósmicamente, o en su ordenación al cosmos.

Mucho antes que el método europeo sofista, nuestro insuperable Averroes definió la regla clave, también, de nuestra historia. Así la contemplación de una máquina poderosa, excluye de nuestra expectación la idea del dollar, como posibilidad de esa máquina. Antes que esa idea está la apercepción de esta otra: la de la potencia ganada por la especie para la coordinación de las fuerzas inarticuladas, en un divino resultado cósmico; el latido de entusiasmo correspondiente a la vibración en esa idea. Robinson Crusoe, no es el autodidacto de nuestro Thofail. El primero se ingenia buscando técnicas, para llegar a dominar el medio natural con el objeto de resolver los problemas relativos a comer y vivir. El segundo las inventa para ese fin subordinado, al fin de seguir investigando, para conocerlos y cumplirlos, la naturaleza y designios de Dios.

Schopenhauer no es nuestro Avicebrón. El filósofo europeo, copia de nuestro filósofo; «el mundo es representación de la voluntad»; pero el germánico ordena el mundo al dolor intranscendente o inútil, y el andaluz al goce de la creación espiritual y al fin de esta beatitud. ¡Europa, no: Andalucía! Europa es por su método, la especialización que convierte al individuo en pieza de máquina. Andalucía por el suyo, es la integridad que apercibe al individuo como un mundo completo ordenado al mundo creador. Europa, es el individuo para la masa. Andalucía, el individuo para la humanidad. Europa es el feudalismo territorial e industrial. Andalucía, el individualismo libertario que siente el comunismo humano, evolutivo, único comunismo indestructible por ser natural, el que añoraron todos los taumaturgos; aquel que tiene un alma en la aspiración, que cada individuo llegue en si a intensificar, de crear por sí, pero no para sí, sino para dárselo a los demás. Ese único comunismo posible que no puede llegar a crearse por artificio maquinista, sino por la alegría y por el espíritu que la alegría viene a crear. Europa es el empaque dominador megalómano, rabiosamente utilitario. Andalucía es, como decía no recuerdo quién, como son sus casas de apariencia humilde, con patios, jardines centrados por fuentes; sencillez por fuera; iluminación por dentro.

El predicador adivinó a Europa y vio a Andalucía. Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo, su no llega a hartarse. Bienaventurada tú, tierra: porque tu rey es hijo de nobles y tus príncipes comen, por refección, y no por el beber. ¿Se puede llegar a asociar, ahora, la sobriedad andaluza, con el grito de "Andalucía Libre"?

Nosotros ya no tenemos por qué ocultar nada. El grito de Andalucía libre, con respecto a Europa, tiene para nosotros igual significación que aquel grito apocalíptico que, para estimular a nuestra Tartesia, o nuestra Tarsis, lanzaba contra nuestra primitiva influyente Tiro, o Sidón, quien hubo de cerrar a las naves de Andalucía los caminos del mar, uno de los profetas del pueblo hebreo, quien siempre tuvo hermandad con nosotros. Europa ha caído, como Tiro cayó. Su poder ha sido quebrantado. Para Andalucía son de actualidad las palabras que entonces llegaron a conmoverla: ¡Aullad, naves de Tarsis, porque destruída es Tiro, hasta no quedar casa ni entrada... ¡Avergüénzate, Sidón, porque la mar, la fortaleza de la mar, habló por tí! Diciendo: "nunca estuve de parto, ni pan, ni levanté vírgenes." ¡Pasaos a Tarsis; aullad, moradores de la isla! ¿No era esa vuestra ciudad alegre, su antigüedad de muchos días? ¡Sus pies la llevarán a peregrinar muy lejos!


Y ahora, España. España tiene un dilema: Europa o Andalucía. Europa ha quebrado. Ya España no tiene por qué ser instrumento de Europa, contra nosotros, que conservamos lo original de España. Nuestra sumisión de siglos, ha calmado los rencores que contra nosotros le llegaron a sugerir los bárbaros. Andalucía es el país más "español" de España. Si España llegó a "andaluzarse", aceptando como propios los vicios de nuestra esclavitud, ¿por qué no ha de llegar a identificarse haciendo suyos nuestros fervores? España fue el instrumento de Europa contra su propia originalidad. ¿Por qué no ha de liberarse ya de su inspiración directora? El grito de Andalucía libre, ¿no seria igual al de «España libre... de Europa»? O esto ha de ser así, o es mentira que la España católica, hecha para Austrias y Borbones: esto es, para Europa, ha muerto; y que el régimen nuevo ha venido a anunciar el nacimiento de la nueva España. El feudalismo europeo que pesa sobre nosotros debe España cancelarlo por un acto de inmediata rectificación. Si así no lo hiciera, volveríamos, también, ante la caduca España tradicional, a repetir las palabras del Profeta: «Pueblo de Tarsis: Sidón ha muerto. Invade tu tierra, como tu gran río. Concluyó, para ti, toda fortaleza…» Esto significa también, nuestro grito «Andalucía, libre».

No es, pues, sorprendente que nuestro grito de resurrección llegue a producir tanta alarma, ni que venga a resonar extrañamente en los oídos de las gentes no andaluzas. Acaso en el vibrar de este grito se contiene la noticia confusa de su enorme trascendencia. ¡Viva Andalucía libre! El primer Gobierno de este siglo que escuchó ese grito inesperado, para la ignorancia relativa a Andalucía, fue el del año 1919, presidido por el señor Maura el Viejo. Un gobernador de Córdoba, nombrado Conesa, lo transmitió; azorado, a Goicoechea, Ministro de la Gobernación; quien, por orden de su jefe, mandó clausurar nuestro Centro Andaluz de Córdoba, esparciendo a sus asociados, por lugares de deportación, en los cuales siguió resonando, fluyente de los labios de los desterrados y de los labios campesinos, extrañamente para España. Eran los tiempos en que el poder central, hubo de enviar un "virrey", contra nosotros: el General La Barrera, cuya gestión, desgraciadamente, fue más laboriosa que la del fugaz Alto Comisario de la República en Andalucía, general Sanjurjo, lanzado contra nuestra candidatura.

Y, ¡cuántas veces, el viva Andalucía libre, ha surgido vibrando de las gargantas jornaleras, y espontáneamente, sin que nadie se lo hubiera enseñado a las multitudes que hubieron de rodearnos, durante nuestras viejas campañas andalucistas; las cuales venían a hacerlo rimar con el vuelo de la bandera verde y blanca de Andalucía; «verde, como la esperanza, cuando se asoma a nuestros campos; blanca, como nuestra bondad», que dicen los versos árabes que la cantan! ¡Qué gobiernos; qué país! ¡Llegar a sentir tanta alarma ante el flamear de una bandera de inocentes colores, blanca y verde! Le hemos quitado, desde el siglo XVII, el negro «como el duelo después de las batallas» y el rojo «como el carmín de nuestros sables», que también rezan los versos citados, y todavía se inquietan! Pero hasta aquí, seguramente, estaré hablando en lenguas a la asamblea, como diría San Pablo. Empezaremos a aclarar en la crónica siguiente.

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