Fuente: "Punto y Hora de Euskal Herria" y "Euskal Herria Sozialista"
Año: 1984
Las operaciones policiales que tuvieron lugar contra el aparato de ETA denominado «del interior» en 1969, darían lugar a un posterior análisis de la lucha llevada a cabo por parte de la organización a partir de la V Asamblea. La casi totalidad de la dirección se encontraba en prisión, por lo que hubo de renovarse la estructura de la organización. Incluso los pocos militantes que tuvieron la suerte de librarse de la cárcel y que sustituían a los detenidos, como Patxo Unzueta, conocido en la época como «el Catalán», tuvieron que exiliarse. Así, desde el exterior comienza a gestarse lo que posteriormente daría lugar a la VI Asamblea de la organización ETA.
La Asamblea quedaría programada para los días estivales de 1970. Ya en las fechas previas a la cumbre las discrepancias se hacían sentir, particularmente entre sectores políticos, encabezados por «el Catalán» y del Frente Militar dirigidos por Juan José Etxabe. De nuevo, a la hora de valorar el movimiento obrero, al igual que sucediera en la V Asamblea, se transparentaban los análisis a partir de interpretaciones mecánicas del marxismo-leninismo. Los nuevos «liquis», mayoritariamente trotskistas, tuvieron serias divergencias con los militares de la Organización que defendían los presupuestos de la última Asamblea de ETA. La falta de conexiones entre el aparato del exterior con el interior hizo que militantes legales de Euskadi Sur, pertenecientes al Frente Cultural y Obrero se posicionaran en principio junto a los denominados «españolistas» de la VI. No en vano y en base a potenciar su tendencia, los miembros de la Dirección partidarios de una estrategia estatal en sus misivas destinadas tanto a la militancia de Euskadi Sur, como a las cárceles, caricaturizaban a los dirigentes del Frente Militar, criticando su exceso de militarismo, así como la no observancia de la lucha de clases.
De ahí la escisión, segunda en la historia de ETA. A partir de ese instante, Txillardegi, máximo exponente de los socialistas humanistas de la V, se reintegra en ETA para llevar a cabo el asesoramiento ideológico de los militares. Sin embargo, en la medida que ETA va haciéndose con el aparato y nuevos militantes lograban impulsar los diferentes frentes, los ideólogos antimarxistas deciden abandonar en silencio. Antes de retirarse de forma definitiva de la organización armada, conversan en el verano del 72 con militantes de ETA procedentes de la escisión de EGI (juventudes del PNV), aduciendo que no tenían cabida en la organización, máxime observando el posicionamiento marxista-leninista de la mayoría de los encausados en el Proceso de Burgos en su crítica hacia los disidentes de la «VI Asamblea», recogido en el «Zutik».
En el verano del 74 surge una nueva escisión. Una parte de la militancia, al frente de la cual se encuentran ex-activistas de EGI-Batasuna, cuyo principal cabeza es Iñaki Mujika Arregi, «Ezkerra» y Eduardo Moreno Bergaretxe «Pertur» , miembros del Biltzar Ttipia, es partidaria de adecuar una estructura político-militar a la organización. El otro sector, mayoritariamente del Frente Militar, considera que los diferentes aparatos (cultural y obrero) deben ser separados de la estructura de ETA ante la represión de los últimos momentos del franquismo. Al tiempo, propugnan la creación de organizaciones y organismos de masas a partir de ETA, considerando que tras el desdoblamiento, éstas deben dar respuestas puntuales junto al pueblo en los momentos cruciales que se avecinan. Entre los líderes que defendieran la línea mili en ese momento histórico para la estrategia de ETA, sobresale José Miguel Beñarán «Argala», cerebro de la ejecución de Carrero Blanco.
Año: 1984
Las operaciones policiales que tuvieron lugar contra el aparato de ETA denominado «del interior» en 1969, darían lugar a un posterior análisis de la lucha llevada a cabo por parte de la organización a partir de la V Asamblea. La casi totalidad de la dirección se encontraba en prisión, por lo que hubo de renovarse la estructura de la organización. Incluso los pocos militantes que tuvieron la suerte de librarse de la cárcel y que sustituían a los detenidos, como Patxo Unzueta, conocido en la época como «el Catalán», tuvieron que exiliarse. Así, desde el exterior comienza a gestarse lo que posteriormente daría lugar a la VI Asamblea de la organización ETA.
La Asamblea quedaría programada para los días estivales de 1970. Ya en las fechas previas a la cumbre las discrepancias se hacían sentir, particularmente entre sectores políticos, encabezados por «el Catalán» y del Frente Militar dirigidos por Juan José Etxabe. De nuevo, a la hora de valorar el movimiento obrero, al igual que sucediera en la V Asamblea, se transparentaban los análisis a partir de interpretaciones mecánicas del marxismo-leninismo. Los nuevos «liquis», mayoritariamente trotskistas, tuvieron serias divergencias con los militares de la Organización que defendían los presupuestos de la última Asamblea de ETA. La falta de conexiones entre el aparato del exterior con el interior hizo que militantes legales de Euskadi Sur, pertenecientes al Frente Cultural y Obrero se posicionaran en principio junto a los denominados «españolistas» de la VI. No en vano y en base a potenciar su tendencia, los miembros de la Dirección partidarios de una estrategia estatal en sus misivas destinadas tanto a la militancia de Euskadi Sur, como a las cárceles, caricaturizaban a los dirigentes del Frente Militar, criticando su exceso de militarismo, así como la no observancia de la lucha de clases.
De ahí la escisión, segunda en la historia de ETA. A partir de ese instante, Txillardegi, máximo exponente de los socialistas humanistas de la V, se reintegra en ETA para llevar a cabo el asesoramiento ideológico de los militares. Sin embargo, en la medida que ETA va haciéndose con el aparato y nuevos militantes lograban impulsar los diferentes frentes, los ideólogos antimarxistas deciden abandonar en silencio. Antes de retirarse de forma definitiva de la organización armada, conversan en el verano del 72 con militantes de ETA procedentes de la escisión de EGI (juventudes del PNV), aduciendo que no tenían cabida en la organización, máxime observando el posicionamiento marxista-leninista de la mayoría de los encausados en el Proceso de Burgos en su crítica hacia los disidentes de la «VI Asamblea», recogido en el «Zutik».
En el verano del 74 surge una nueva escisión. Una parte de la militancia, al frente de la cual se encuentran ex-activistas de EGI-Batasuna, cuyo principal cabeza es Iñaki Mujika Arregi, «Ezkerra» y Eduardo Moreno Bergaretxe «Pertur» , miembros del Biltzar Ttipia, es partidaria de adecuar una estructura político-militar a la organización. El otro sector, mayoritariamente del Frente Militar, considera que los diferentes aparatos (cultural y obrero) deben ser separados de la estructura de ETA ante la represión de los últimos momentos del franquismo. Al tiempo, propugnan la creación de organizaciones y organismos de masas a partir de ETA, considerando que tras el desdoblamiento, éstas deben dar respuestas puntuales junto al pueblo en los momentos cruciales que se avecinan. Entre los líderes que defendieran la línea mili en ese momento histórico para la estrategia de ETA, sobresale José Miguel Beñarán «Argala», cerebro de la ejecución de Carrero Blanco.
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