"En España, después de la muerte de Franco, subió al poder el rey Juan Carlos, que es el representante de la gran burguesía española, la cual, viendo que la larga dominación del régimen fascista había sumido al país en una grave crisis, llegó a la conclusión de que España ya no podía ser gobernada como en la época de Franco. Había, pues, que proceder a algunas modificaciones en la forma de gobierno y descartar del poder a la desacreditada Falange.
Después de las peripecias de un cambio de presidentes del gobierno, tomaron el poder los hombres de mayor confianza del nuevo rey, continuador del franquismo reformado.
Las manifestaciones y las huelgas alcanzaron unas proporciones nunca vistas. Con ellas, el pueblo exigía cambios, aunque naturalmente no ese "cambio" que se ha hecho, sino cambios profundos y radicales. En este país, las huelgas, las manifestaciones y los choques ni se acabaron ni dejan de acabar. Las masas exigen libertades y derechos, y las diversas nacionalidades exigen autonomía. En esta situación, el gobierno de Juan Carlos I, a fin de engañar a las masas indignadas, también legalizó el Partido revisionista de Carrillo-Ibárruri. Los cabecillas de este Partido se convirtieron en dóciles lacayos del régimen monárquicos español, asumieron el papel de francos esquiroles para castrar el gran ímpetu revolucionario, que hoy, en la situación existente, es mayor, para aplastar junto a la burguesía, a todos aquellos que mantienen vivas las ideas revolucionarias de la Guerra de España y simpatizan con la República.
El Imperialismo y la Revolución (1978), extraído de "Citas Marxistas"
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