Se pregunta mientras busca en voz alta una salida a un sistema como el capitalista: "¿Es tan fácil como ir a los ricos a pedirles que repartan? No sé, mira cómo acabó Allende... la vía democrática del socialismo no parece que sea posible".
A Rafael Reig le gusta dividir el mundo por categorías. Cree que hay dos tipos de novelas: las de Ikea y las de Carrefour, unas te llevan y en otras te pierdes. Que hay dos tipos de escritores: los que escriben la misma novela cada vez mejor y los caprichosos que cambian con cada nuevo lanzamiento. Dice que admira a los primeros y destaca a Juan Marsé, "que escribe la misma cada vez mejor", pero que él es más de los segundos. Después de tres novelas inundando Madrid y su eje central, el Canal Castellana, revisando los desperfectos de la "Transición", apuntando a la novela del género negro y renaciendo a personajes como Carlos Clot, Rafa Reig (Asturies, 1963) ha ganado el Premio Tusquets con la novela que le dio a conocer, pero madurada, reposada y mejorada. Todo está perdonado, después de Sangre a borbotones y Guapa de cara, es el ajuste de cuentas definitivo del escritor con sus principales fantasmas.
El mayor de ellos es la violencia revolucionaria, el tema de fondo de esta novela, que recorre los últimos 70 años del Estado Español para abrir un debate sobre la violencia y su proceso de transformación social.
La lucha de clases
Así es como Reig acaba con el mito de la clase media: "La clase media era inmensa, acogedora y abrigada. Cabían todos: los trabajadores decentes, los ingenieros, los médicos, los empresarios, las viudad, los pensionistas y el Consejo de Ministros en pleno. Con decir que hasta el Caudillo cenaba sopa y empanadillas, como el resto de la clase media. Y las sentencias de muerte las firmaba en una mesa camilla, nada de escritorios Segundo Imperio". Subraya que la clase media en el franquismo "acomodó y adocenó" a base de decencia, fe y trabajo honrado.
La sufrida clase media fue el tejido que tuvo unido al país del miedo. Avisa del peligro de la clase media, porque en cuanto esta se ve en peligro, se vuelve "reaccionaria". "En ella es donde se cuece el fascismo", asegura. Todo está perdonado es una impugnación de las dictaduras de la clase media, a la que dibuja como una caprichosa que cree que tiene todo lo que se merece y no se da cuenta de sus privilegios. Reig se reconoce como un "viejo marxista": "La Historia es la historia de la lucha de clases. Sé que decir esto es como poner una foto mía en pelotas en YouTube", bromea.
Empeñado en reconstruir la memoria que sus padres no quisieron mostrarle, se vuelve tajante: "No fue una transición, fue una transacción". Esta expresión asola cada una de las vidas de la familia protagonista, que como hizo Thomas Mann en Los Buddenbrook (1901), describe la decadencia de una familia recogida en los calores de la burguesía recién estrenada. Reig se atreve con las estrategias que los vencedores utilizaron para perpetuar el poder tras la guerra, en la paz. A fin de cuentas, esta novela es un diálogo con su generación, que estos días saca a la luz otras revisiones de este periodo, como la de Antonio Orejudo (Un momento de descanso) o Benjamín Prado (Operación Gladio). El perfil que traza Reig es el de una generación producto del desarrollo industrial, de cuando en el Estado Español solo se quería confort: "La gente renunció a cambiar el mundo por vivir bien. De eso somos hijos los de los sesenta. Nuestros padres perdieron la memoria a cambio de un plato de lentejas".
Entre los culpables destaca a una monarquía "tributaria del Imperio de Washington" y la Iglesia: "Siempre he puesto una vela a Dios y otra al diablo", explica. Sin olvidarse del fútbol, aunque él no haya visto un partido en su vida: "El fútbol ha sido la Santa Misa española", dice. La casualidad quiere que en la mesa de al lado del hotel en el que se hace esta entrevista se siente Luis Aragonés, de traje, a quien el protagonista de Reig odia por haber apartado a Raúl de la selección española en la Eurocopa de 2008: "Un equipo materializa la voluntad del capitán, de un hombre superior", le hace decir a su personaje.
El mismo escritor incapaz de reconocer al ex-seleccionador español ha vuelto a tantear los límites de la democracia por escrito. Esta vez con una generación hedonista y voraz. Porque entonces había dos tipos de hijos: "Los que se comían antes las patatas que el filete y los que dejaban lo bueno para el final". Él es de los primeros, eso sí.
FUENTE: Kaos en la Red
Rafael Reig, escritor y periodista asturiano |
A Rafael Reig le gusta dividir el mundo por categorías. Cree que hay dos tipos de novelas: las de Ikea y las de Carrefour, unas te llevan y en otras te pierdes. Que hay dos tipos de escritores: los que escriben la misma novela cada vez mejor y los caprichosos que cambian con cada nuevo lanzamiento. Dice que admira a los primeros y destaca a Juan Marsé, "que escribe la misma cada vez mejor", pero que él es más de los segundos. Después de tres novelas inundando Madrid y su eje central, el Canal Castellana, revisando los desperfectos de la "Transición", apuntando a la novela del género negro y renaciendo a personajes como Carlos Clot, Rafa Reig (Asturies, 1963) ha ganado el Premio Tusquets con la novela que le dio a conocer, pero madurada, reposada y mejorada. Todo está perdonado, después de Sangre a borbotones y Guapa de cara, es el ajuste de cuentas definitivo del escritor con sus principales fantasmas.
El mayor de ellos es la violencia revolucionaria, el tema de fondo de esta novela, que recorre los últimos 70 años del Estado Español para abrir un debate sobre la violencia y su proceso de transformación social.
La lucha de clases
Así es como Reig acaba con el mito de la clase media: "La clase media era inmensa, acogedora y abrigada. Cabían todos: los trabajadores decentes, los ingenieros, los médicos, los empresarios, las viudad, los pensionistas y el Consejo de Ministros en pleno. Con decir que hasta el Caudillo cenaba sopa y empanadillas, como el resto de la clase media. Y las sentencias de muerte las firmaba en una mesa camilla, nada de escritorios Segundo Imperio". Subraya que la clase media en el franquismo "acomodó y adocenó" a base de decencia, fe y trabajo honrado.
La sufrida clase media fue el tejido que tuvo unido al país del miedo. Avisa del peligro de la clase media, porque en cuanto esta se ve en peligro, se vuelve "reaccionaria". "En ella es donde se cuece el fascismo", asegura. Todo está perdonado es una impugnación de las dictaduras de la clase media, a la que dibuja como una caprichosa que cree que tiene todo lo que se merece y no se da cuenta de sus privilegios. Reig se reconoce como un "viejo marxista": "La Historia es la historia de la lucha de clases. Sé que decir esto es como poner una foto mía en pelotas en YouTube", bromea.
Empeñado en reconstruir la memoria que sus padres no quisieron mostrarle, se vuelve tajante: "No fue una transición, fue una transacción". Esta expresión asola cada una de las vidas de la familia protagonista, que como hizo Thomas Mann en Los Buddenbrook (1901), describe la decadencia de una familia recogida en los calores de la burguesía recién estrenada. Reig se atreve con las estrategias que los vencedores utilizaron para perpetuar el poder tras la guerra, en la paz. A fin de cuentas, esta novela es un diálogo con su generación, que estos días saca a la luz otras revisiones de este periodo, como la de Antonio Orejudo (Un momento de descanso) o Benjamín Prado (Operación Gladio). El perfil que traza Reig es el de una generación producto del desarrollo industrial, de cuando en el Estado Español solo se quería confort: "La gente renunció a cambiar el mundo por vivir bien. De eso somos hijos los de los sesenta. Nuestros padres perdieron la memoria a cambio de un plato de lentejas".
Entre los culpables destaca a una monarquía "tributaria del Imperio de Washington" y la Iglesia: "Siempre he puesto una vela a Dios y otra al diablo", explica. Sin olvidarse del fútbol, aunque él no haya visto un partido en su vida: "El fútbol ha sido la Santa Misa española", dice. La casualidad quiere que en la mesa de al lado del hotel en el que se hace esta entrevista se siente Luis Aragonés, de traje, a quien el protagonista de Reig odia por haber apartado a Raúl de la selección española en la Eurocopa de 2008: "Un equipo materializa la voluntad del capitán, de un hombre superior", le hace decir a su personaje.
El mismo escritor incapaz de reconocer al ex-seleccionador español ha vuelto a tantear los límites de la democracia por escrito. Esta vez con una generación hedonista y voraz. Porque entonces había dos tipos de hijos: "Los que se comían antes las patatas que el filete y los que dejaban lo bueno para el final". Él es de los primeros, eso sí.
FUENTE: Kaos en la Red
Coincidimos Rafael Reig y yo en lo de la transacción.. Siempre digo que tras las dictaduras franquista y pinochetista cambiaron los regímenes, pero se mantuvieron intactas las esencias de los sistemas en el Estado español y en el chileno, respectivamente.
ResponderEliminar¡Salud!