Está claro que el régimen y su Estado, en el supuesto de que decidan darse un pequeño respiro en su escalada represiva -en su judicialización de la vida civil, en esa tendencia general de la clase capitalista, del imperialismo, a utilizar formas fascistas de dominación-, van a tratar por todos los medios aprovecharlo para presentarse como los legítimos adalides de la democracia. Y es que, llegados a este punto, la legitimación moral y política juega un papel muy importante. Ya vemos el recorrido que han tenido toda una serie de organizaciones que sucumubieron ante las delicias democráticas ofrecidas por el régimen en la transición, a cuyo modo de ejemplo podemos citar al Partido Comunista de España, comandado por los estafadores políticos carrillistas y sus sucedáneos, o la Euskadiko Ezkerra de Bandrés y Onaindia, con su tránsito pacífico al socialismo de unos, y el abrazo estatutario como vía de liberación nacional de otros por medios "pacíficos y democráticos". Y es que basar el grueso de la actividad política exclusivamente en los métodos de lucha pacíficos y en el terreno institucional, donde el enemigo tiene todos los resortes -nada pacíficos, por cierto- en sus manos y donde, además, su descrédito entre las masas es manifiesto (con casi un tercio de la población que permanentemente les niega su voto a todos ellos), es darle un balón de oxígeno y una carta de naturaleza democrática que no tiene. Y hacerlo, además, en una fase especialmente aguda de la crisis que afecta a todos los fundamentos de su sistema. ¿Merece la pena, señor Otegi, maquillar este cadáver histórico a cambio de hipotecar, de truncar el futuro y la fortaleza moral y política del experimentado y saludable movimiento revolucionario de liberación nacional y de clase?
Pero es que, además, cuando Otegi se refiere en su entrevista, una y otra vez, a que "los tiempos actuales exigen la superación definitiva de un ciclo político-militar y su sustitución por una estrategia de organización, acumulación y lucha exclusivamente democrática", como parte del necesario cambio de ciclo mencionado anteriormente, se está refiriendo, claramente, a que el empleo del método de lucha armado no era democrático, y que ahora, con su liquidación, la izquierda abertzale sí está empleando métodos de lucha democráticos. Y esto lo dice aceptando como democráticas las leyes actuales que ordenan la legalidad vigente y a las que se va a someter el nuevo proyecto político de la izquierda abertzale. Unas leyes, no lo olvidemos, que están consideradas por juristas, letrados, organizaciones internacionales de derechos humanos y por la propia esencia y práctica de las mismas (no en vano, el Estado Español es el primero de Europa en población penitenciaria, con un ratio de 153'6 por 100.000 habitantes, habiendo aumentado en un 65'1 desde el año 2000. En 2009, había en las cárceles del Estado 79.090 internos, el doble de los que había en 1990), como las más regresivas y punitivas de toda Europa y que, salvo la pena de muerte y los fusilamientos, no tienen nada que envidiar a las de la época franquista del régimen.
Por otro lado, a pesar de los guiños que hace el señor Otegi a las organizaciones de masas y al trabajo entre ellas, toda su entrevista y apuesta actual de la izquierda abertzale está centrada en el terreno institucional, en la participación en las elecciones ("es fundamental nuestra presencia en las elecciones de mayo"), lo que por otra parte es legítimo, pero no a costa de hipotecar para el futuro el resto de métodos de lucha y de organización, acumulados durante más de 50 años de resistencia pacífica y violenta, legal e ilegal, condenándolos al ostracismo. Porque, ¿qué va a hacer el señor Otegi cuando las masas obreras y populares se defiendan de la violencia del Estado? ¿Qué va a hacer cuando las organizaciones de vanguardia utilicen la violencia revolucionaria? ¿Se pondrá del lado de la Guardia Civil y la Policía, de ese ejército garante de la sacrosanta unidad de la España patria sellada a sangre y fuego en el celestial texto constitucional? Porque eso es lo que está exigiendo el Estado fascista y sus lacayos institucionalizados. Y al mismo tiempo, es una consecuencia lógica de esa política de alianzas con sectores de la burguesía nacionalista y reformista. Esta es su exigencia para acceder a la formación de ese bloque independentista, lo que supone, de hecho, que en vez de atraer a estos sectores hacia las posiciones populares, de resistencia y revolucionarias del MLNV, los dirigentes de la izquierda abertzale, estén sellando esa acumulación de fuerzas independentistas bajo la iniciativa de esos sectores burgueses que han puesto como condición el abandono de las posiciones populares y revolucionarias, y su inclusión en el sistema institucional de forma "pacífica y democrática". Y esto, señor Otegi, es debilitar al movimiento de resistencia popular en su conjunto y hacer dejación de un principio democrático: el derecho a la resistencia de las masas obreras explotadas y de los pueblos oprimidos.
Independencia y socialismo. Esta es la máxima estrategia de la izquierda abertzale. Sin embargo, es curioso que de las 26 preguntas de que consta la entrevista, sólo 3 hagan referencia a las cuestiones sociales, de clase, o al contenido del socialismo que propugna. Este dato estadístico habla por sí solo de las prioridades de Otegi que, justo es decirlo, ni lo oculta, ni extraña, viniendo de un nacionalista. Las referencias más explícitas que hace en esa entrevista a los aspectos sociales y al concepto de socialismo está implícita en la segunda pregunta que, como desarrollo de la primera, hace referencia a la "readecuación de la estrategia política de la izquierda abertzale". Se puede decir, prácticamente, que estas dos preguntas concentran las líneas generales de la estrategia de la izquierda abertzale. A la primera ya hemos hecho referencia anteriormente, cuando Otegi cita la viabilidad del proyecto independentista dentro del marco europeo. La segunda hace mención al "ámbito social", a la "existencia de nuevas experiencias transformadoras construidas en base a estrategias de acumulación, fundamentalmente en América Latina, lo que comúnmente se conoce como socialismo del siglo XXI".
"Además de estos factores, hoy incluiría la feroz ofensiva del capital contra el Estado del Bienestar como elemento del análisis central y que debe ocupar un espacio también en la readecuación de nuestra estategia". Más adelante y a la pregunta de si la crisis actual exige alternativas concretas, responde que "defender hoy las conquistas obreras, populares, materializadas en lo que se ha venido a denominar el Estado del Bienestar es un objetivo revolucionario y antioligárquico. Y dos: la defensa de dichas conquistas necesita propiciar una alianza amplia de sectores que van desde el socialismo a la socialdemocracia, alcanzando a comunistas, sectores cristianos de base... Así pues, también el bloque independentista debe ser el marco para esa alianza."
A falta de una exposición concreta sobre los rasgos fundamentales del socialismo que propugna Otegi habrá que conformarse con la referencia contenida en esos párrafos. Antes de nada, quiero dejar constancia de que lo que entiendo son los aspectos fundamentales en la estrategia del proletariado revolucionario vasco o de cualquier parte del mundo.
La construcción del socialismo, para los comunistas, contiene unos rasgos que son generales, universales, a todos los países, y son los predominantes en todo el proceso de su desarrollo histórico. Estos rasgos, principios y leyes, son lo que conforma la teoría general, la estrategia para la revolución y la construcción socialista. Ciertamente, existen peculiaridades, en función del distinto desarrollo económico, político, social y cultural de un país a otro, que conlleva diferencias a la hora de su aplicación.
Uno de esos rasgos es el que concierne al problema de la posesión de los medios de producción. No puede haber proceso revolucionario hacia la construcción del socialismo sin la expropiación de los medios de producción, sin dar solución a la contradicción más profunda del modo de producción capitalista: la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada capitalista de apropiación. Ya que esta contradicción es la que provoca la crisis y el paro, y origina la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
Otro rasgo, o principio del socialismo, es la dictadura revolucionaria de proletariado. En ese periodo de tiempo, de transformación de la sociedad capitalista en la sociedad comunista, media toda una etapa de transformación socialista cuya forma de Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado para garantizar su desarrollo, reprimir y contener a la burguesía en sus intentos de involución apoyada por la burguesía imperialista. Estos son dos ejemplos de algunos de los rasgos generales, universales, entre otros, que definen al socialismo.
Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, existen particularidades que hacen necesario que el movimiento revolucionario las tenga en cuenta a la hora de elaborar su línea política. En el caso concreto del Estado Español, a las condiciones generales de un país de capitalismo monopolista de Estado se añade la particularidad del dominio de la burguesía financiera y de otros sectores reaccionarios a través de un régimen político de dictadura fascista que impide la organización y la lucha pacífica y parlamentaria de los trabajadores. El desarrollo económico del país por la vía monopolista, que dio lugar a la formación de la oligarquía financiera y terrateniente en el Estado Español, se ha configurado sobre esas bases, que fueron, precisamente, las que llevaron a las clases dominantes al alzamiento fascista. Y es que, este tipo de desarrollo, en las condiciones de atraso del Estado Español con respecto a los países de su entorno, a mediados del siglo XX, solo se podía hacer sobre la base de un régimen político de terror que asegurase la explotación intensiva de la clase obrera y otros trabajadores. Este doble carácter es la principal característica del régimen político constituido en el Estado Español desde entonces. ¿Qué significa esto? Pues que entre el derrocamiento de la oligarquía y del Estado fascista e imperialista español y la implantación de la dictadura del proletariado, será inevitable una corta etapa de transición política, que ya es socialismo, pero que tendrá su propia particularidad como etapa de transición.
Estos rasgos definen el proceso revolucionario en el Estado Español y cómo se ha de dar la construcción del socialismo son cuestiones de principio para la clase obrera, para el proletariado revolucionario, sea este vasco, castellano, andaluz, gallego o catalán. Y lo son, incluso si Euskal Herria consigue la independencia. Cambiarán, en todo caso, las formas de lucha y organización en función del régimen político que se instaure, si es democrático popular o continúa siendo de dictadura burguesa. Pero, en cualquier caso, los objetivos del proletariado revolucionario vasco seguirán siendo los mismos: la toma del poder político y la construcción de la sociedad socialista hasta el comunismo.
Se comprenderá que esto no tiene nada que ver con ese edulcorado "socialismo del siglo XXI" ni tampoco con esas experiencias de "acumulación del socialismo" latinoamericano a que hace referencia Otegi.
Al mismo tiempo, a la pregunta de cuáles son las alternativas concretas a la crisis actual, Otegi señala que "la defensa de las conquistas obreras, populares, materializadas en lo que se ha venido a denominar el Estado del Bienestar es un objetivo revolucionario y antioligárquico." Las luchas por los derechos sindicales y sociales de los trabajadores, algunos de ellos incluidos en el denominado Estado del Bienestar, conforman buena parte de la táctica y del programa de lucha de las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera ante la crisis actual y de forma permanente, aunque es indudable que esa lucha va más allá del Estado del Bienestar. Pero, el carácter "revolucionario" que le otorga Otegi no depende de la defensa de un contenido, sino de que forme parte de un proyecto más amplio y profundo de carácter revolucionario, es decir, de si la línea política que aplique una u otra organización tenga como objetivo la destrucción del sistema capitalista, pues dentro de su estrecho marco no tienen solución. Si no planteamos la defensa de las conquistas obreras y populares en esa perspectiva revolucionaria se quedarían en el plano del círculo vicioso del reformismo en el que tanto les gusta chapotear a los estafadores sindicales y políticos que hacen el juego a la burguesía monopolista.
Respecto al "marco independentista" y "las alianzas" que propugna Otegi para la defensa de esos intereses, no concuerdan, evidentemente, con el proyecto del proletariado revolucionario. Este es internacionalista y, por tanto, su principal alianza será con los obreros y obreras de todo el Estado Español en el cual está enmarcada la lucha de clases que libra contra la burguesía; y, por supuesto, en su alianza con el proletariado internacional. Además de la clase obrera, hay otros sectores populares muy amplios que se hallan enfrentados al régimen y que son sus aliados naturales, como los pueblos de las naciones oprimidas, los campesinos, los estudiantes, los intelectuales demócratas, las mujeres trabajadoras, los jóvenes... El hecho de que se reconozca que existen posibilidades futuras de que se consiga la independencia (lo mismo que el socialismo, como posibilidad) y que ésta sea apoyada por el proletariado revolucionario vasco y del resto del Estado, no modifica en absoluto ese principio de alianza de clase entre el proletariado de todos los pueblos que conforman el Estado Español y esos sectores populares.
Me hubiera gustado comentar la referencia que hace Otegi a los presos. Tema sensible donde los haya, pues ellos son la parte que sufre con más intensidad la represión del Estado fascista a través de su política de aislamiento y lento exterminio; o sobre la metodología y la concepción política acerca de los procesos de diálogo con el Estado, sus criterios, los límites que enmarcan un proceso de esas características y qué no se debe de traspasar, etc. Sin embargo, me parece que es ya extenderse demasiado. Además, tiempo habrá para seguir comentando esos y otros temas que seguro van a dar mucho de sí.
Egoitz Larrañaga, extraído de "Euskal Herria Sozialista"
Pero es que, además, cuando Otegi se refiere en su entrevista, una y otra vez, a que "los tiempos actuales exigen la superación definitiva de un ciclo político-militar y su sustitución por una estrategia de organización, acumulación y lucha exclusivamente democrática", como parte del necesario cambio de ciclo mencionado anteriormente, se está refiriendo, claramente, a que el empleo del método de lucha armado no era democrático, y que ahora, con su liquidación, la izquierda abertzale sí está empleando métodos de lucha democráticos. Y esto lo dice aceptando como democráticas las leyes actuales que ordenan la legalidad vigente y a las que se va a someter el nuevo proyecto político de la izquierda abertzale. Unas leyes, no lo olvidemos, que están consideradas por juristas, letrados, organizaciones internacionales de derechos humanos y por la propia esencia y práctica de las mismas (no en vano, el Estado Español es el primero de Europa en población penitenciaria, con un ratio de 153'6 por 100.000 habitantes, habiendo aumentado en un 65'1 desde el año 2000. En 2009, había en las cárceles del Estado 79.090 internos, el doble de los que había en 1990), como las más regresivas y punitivas de toda Europa y que, salvo la pena de muerte y los fusilamientos, no tienen nada que envidiar a las de la época franquista del régimen.
Por otro lado, a pesar de los guiños que hace el señor Otegi a las organizaciones de masas y al trabajo entre ellas, toda su entrevista y apuesta actual de la izquierda abertzale está centrada en el terreno institucional, en la participación en las elecciones ("es fundamental nuestra presencia en las elecciones de mayo"), lo que por otra parte es legítimo, pero no a costa de hipotecar para el futuro el resto de métodos de lucha y de organización, acumulados durante más de 50 años de resistencia pacífica y violenta, legal e ilegal, condenándolos al ostracismo. Porque, ¿qué va a hacer el señor Otegi cuando las masas obreras y populares se defiendan de la violencia del Estado? ¿Qué va a hacer cuando las organizaciones de vanguardia utilicen la violencia revolucionaria? ¿Se pondrá del lado de la Guardia Civil y la Policía, de ese ejército garante de la sacrosanta unidad de la España patria sellada a sangre y fuego en el celestial texto constitucional? Porque eso es lo que está exigiendo el Estado fascista y sus lacayos institucionalizados. Y al mismo tiempo, es una consecuencia lógica de esa política de alianzas con sectores de la burguesía nacionalista y reformista. Esta es su exigencia para acceder a la formación de ese bloque independentista, lo que supone, de hecho, que en vez de atraer a estos sectores hacia las posiciones populares, de resistencia y revolucionarias del MLNV, los dirigentes de la izquierda abertzale, estén sellando esa acumulación de fuerzas independentistas bajo la iniciativa de esos sectores burgueses que han puesto como condición el abandono de las posiciones populares y revolucionarias, y su inclusión en el sistema institucional de forma "pacífica y democrática". Y esto, señor Otegi, es debilitar al movimiento de resistencia popular en su conjunto y hacer dejación de un principio democrático: el derecho a la resistencia de las masas obreras explotadas y de los pueblos oprimidos.
Independencia y socialismo. Esta es la máxima estrategia de la izquierda abertzale. Sin embargo, es curioso que de las 26 preguntas de que consta la entrevista, sólo 3 hagan referencia a las cuestiones sociales, de clase, o al contenido del socialismo que propugna. Este dato estadístico habla por sí solo de las prioridades de Otegi que, justo es decirlo, ni lo oculta, ni extraña, viniendo de un nacionalista. Las referencias más explícitas que hace en esa entrevista a los aspectos sociales y al concepto de socialismo está implícita en la segunda pregunta que, como desarrollo de la primera, hace referencia a la "readecuación de la estrategia política de la izquierda abertzale". Se puede decir, prácticamente, que estas dos preguntas concentran las líneas generales de la estrategia de la izquierda abertzale. A la primera ya hemos hecho referencia anteriormente, cuando Otegi cita la viabilidad del proyecto independentista dentro del marco europeo. La segunda hace mención al "ámbito social", a la "existencia de nuevas experiencias transformadoras construidas en base a estrategias de acumulación, fundamentalmente en América Latina, lo que comúnmente se conoce como socialismo del siglo XXI".
"Además de estos factores, hoy incluiría la feroz ofensiva del capital contra el Estado del Bienestar como elemento del análisis central y que debe ocupar un espacio también en la readecuación de nuestra estategia". Más adelante y a la pregunta de si la crisis actual exige alternativas concretas, responde que "defender hoy las conquistas obreras, populares, materializadas en lo que se ha venido a denominar el Estado del Bienestar es un objetivo revolucionario y antioligárquico. Y dos: la defensa de dichas conquistas necesita propiciar una alianza amplia de sectores que van desde el socialismo a la socialdemocracia, alcanzando a comunistas, sectores cristianos de base... Así pues, también el bloque independentista debe ser el marco para esa alianza."
A falta de una exposición concreta sobre los rasgos fundamentales del socialismo que propugna Otegi habrá que conformarse con la referencia contenida en esos párrafos. Antes de nada, quiero dejar constancia de que lo que entiendo son los aspectos fundamentales en la estrategia del proletariado revolucionario vasco o de cualquier parte del mundo.
La construcción del socialismo, para los comunistas, contiene unos rasgos que son generales, universales, a todos los países, y son los predominantes en todo el proceso de su desarrollo histórico. Estos rasgos, principios y leyes, son lo que conforma la teoría general, la estrategia para la revolución y la construcción socialista. Ciertamente, existen peculiaridades, en función del distinto desarrollo económico, político, social y cultural de un país a otro, que conlleva diferencias a la hora de su aplicación.
Uno de esos rasgos es el que concierne al problema de la posesión de los medios de producción. No puede haber proceso revolucionario hacia la construcción del socialismo sin la expropiación de los medios de producción, sin dar solución a la contradicción más profunda del modo de producción capitalista: la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada capitalista de apropiación. Ya que esta contradicción es la que provoca la crisis y el paro, y origina la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
Otro rasgo, o principio del socialismo, es la dictadura revolucionaria de proletariado. En ese periodo de tiempo, de transformación de la sociedad capitalista en la sociedad comunista, media toda una etapa de transformación socialista cuya forma de Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado para garantizar su desarrollo, reprimir y contener a la burguesía en sus intentos de involución apoyada por la burguesía imperialista. Estos son dos ejemplos de algunos de los rasgos generales, universales, entre otros, que definen al socialismo.
Sin embargo, como hemos dicho anteriormente, existen particularidades que hacen necesario que el movimiento revolucionario las tenga en cuenta a la hora de elaborar su línea política. En el caso concreto del Estado Español, a las condiciones generales de un país de capitalismo monopolista de Estado se añade la particularidad del dominio de la burguesía financiera y de otros sectores reaccionarios a través de un régimen político de dictadura fascista que impide la organización y la lucha pacífica y parlamentaria de los trabajadores. El desarrollo económico del país por la vía monopolista, que dio lugar a la formación de la oligarquía financiera y terrateniente en el Estado Español, se ha configurado sobre esas bases, que fueron, precisamente, las que llevaron a las clases dominantes al alzamiento fascista. Y es que, este tipo de desarrollo, en las condiciones de atraso del Estado Español con respecto a los países de su entorno, a mediados del siglo XX, solo se podía hacer sobre la base de un régimen político de terror que asegurase la explotación intensiva de la clase obrera y otros trabajadores. Este doble carácter es la principal característica del régimen político constituido en el Estado Español desde entonces. ¿Qué significa esto? Pues que entre el derrocamiento de la oligarquía y del Estado fascista e imperialista español y la implantación de la dictadura del proletariado, será inevitable una corta etapa de transición política, que ya es socialismo, pero que tendrá su propia particularidad como etapa de transición.
Estos rasgos definen el proceso revolucionario en el Estado Español y cómo se ha de dar la construcción del socialismo son cuestiones de principio para la clase obrera, para el proletariado revolucionario, sea este vasco, castellano, andaluz, gallego o catalán. Y lo son, incluso si Euskal Herria consigue la independencia. Cambiarán, en todo caso, las formas de lucha y organización en función del régimen político que se instaure, si es democrático popular o continúa siendo de dictadura burguesa. Pero, en cualquier caso, los objetivos del proletariado revolucionario vasco seguirán siendo los mismos: la toma del poder político y la construcción de la sociedad socialista hasta el comunismo.
Se comprenderá que esto no tiene nada que ver con ese edulcorado "socialismo del siglo XXI" ni tampoco con esas experiencias de "acumulación del socialismo" latinoamericano a que hace referencia Otegi.
Al mismo tiempo, a la pregunta de cuáles son las alternativas concretas a la crisis actual, Otegi señala que "la defensa de las conquistas obreras, populares, materializadas en lo que se ha venido a denominar el Estado del Bienestar es un objetivo revolucionario y antioligárquico." Las luchas por los derechos sindicales y sociales de los trabajadores, algunos de ellos incluidos en el denominado Estado del Bienestar, conforman buena parte de la táctica y del programa de lucha de las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera ante la crisis actual y de forma permanente, aunque es indudable que esa lucha va más allá del Estado del Bienestar. Pero, el carácter "revolucionario" que le otorga Otegi no depende de la defensa de un contenido, sino de que forme parte de un proyecto más amplio y profundo de carácter revolucionario, es decir, de si la línea política que aplique una u otra organización tenga como objetivo la destrucción del sistema capitalista, pues dentro de su estrecho marco no tienen solución. Si no planteamos la defensa de las conquistas obreras y populares en esa perspectiva revolucionaria se quedarían en el plano del círculo vicioso del reformismo en el que tanto les gusta chapotear a los estafadores sindicales y políticos que hacen el juego a la burguesía monopolista.
Respecto al "marco independentista" y "las alianzas" que propugna Otegi para la defensa de esos intereses, no concuerdan, evidentemente, con el proyecto del proletariado revolucionario. Este es internacionalista y, por tanto, su principal alianza será con los obreros y obreras de todo el Estado Español en el cual está enmarcada la lucha de clases que libra contra la burguesía; y, por supuesto, en su alianza con el proletariado internacional. Además de la clase obrera, hay otros sectores populares muy amplios que se hallan enfrentados al régimen y que son sus aliados naturales, como los pueblos de las naciones oprimidas, los campesinos, los estudiantes, los intelectuales demócratas, las mujeres trabajadoras, los jóvenes... El hecho de que se reconozca que existen posibilidades futuras de que se consiga la independencia (lo mismo que el socialismo, como posibilidad) y que ésta sea apoyada por el proletariado revolucionario vasco y del resto del Estado, no modifica en absoluto ese principio de alianza de clase entre el proletariado de todos los pueblos que conforman el Estado Español y esos sectores populares.
Me hubiera gustado comentar la referencia que hace Otegi a los presos. Tema sensible donde los haya, pues ellos son la parte que sufre con más intensidad la represión del Estado fascista a través de su política de aislamiento y lento exterminio; o sobre la metodología y la concepción política acerca de los procesos de diálogo con el Estado, sus criterios, los límites que enmarcan un proceso de esas características y qué no se debe de traspasar, etc. Sin embargo, me parece que es ya extenderse demasiado. Además, tiempo habrá para seguir comentando esos y otros temas que seguro van a dar mucho de sí.
Egoitz Larrañaga, extraído de "Euskal Herria Sozialista"
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